Juan 6:34–35, 41–42
“Señor,” dijeron, “danos siempre de ese pan.”
Jesús les respondió: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed.
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Entonces la gente comenzó a murmurar en desacuerdo porque había dicho: “Yo soy el pan que bajó del cielo”. Decían: “¿No es este Jesús, el hijo de José? Conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: ‘Yo bajé del cielo’?”
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En Juan 6:34, la petición del pan del que hablaba Jesús se asemeja a la petición de agua de la mujer samaritana en Juan 4. En ambas situaciones, los solicitantes no comprendían completamente el significado de lo que pedían (Apostolic Study Bible, nota para Juan 6:34). Sin embargo, a diferencia de la mujer samaritana, la multitud en Juan 6 se desagradó con la respuesta de Jesús y comenzó a intentar desacreditarlo murmurando sobre la común procedencia de María y José, los padres terrenales de Jesús.
Un día, mientras Alex y Bob conversaban, Alex mencionó un consenso abrumador en la comunidad científica sobre un fenómeno natural. Bob respondió de inmediato: “No tienes un doctorado, así que no estás en lo correcto”. Este es un ejemplo de la falacia de credenciales. La falacia de credenciales ocurre cuando una persona tiene problemas con una premisa, afirmación o enseñanza. En lugar de compartir su incredulidad o desafiar el contenido, atacan a la persona señalando su falta de credenciales formales, calificaciones o logros.
Las personas y la oscuridad espiritual intentan impedirnos compartir nuestros testimonios al convencernos de que no tenemos las credenciales, calificaciones o formación para hablar de Jesús. ¿Te ha salvado Jesús, te ha liberado, te ha sanado, te ha llenado con el Espíritu Santo, te ha provisto o te ha protegido? Si ha hecho aunque sea una de estas cosas por ti, entonces tienes las credenciales para compartir tu testimonio.
Eso concluye nuestra devoción de hoy. Terminemos con una oración.
PALABRA DE ORACIÓN
Señor Jesús, al reflexionar sobre Tu declaración como el pan de vida, me recuerdas el sustento y la plenitud que proporcionas. Ayúdame a comprender que la verdadera satisfacción se encuentra no en las cosas perecederas de este mundo, sino en Ti, el pan eterno del cielo.
Perdóname por las veces que he buscado la satisfacción en otro lugar y por los momentos en que he dudado de Tu suficiencia. Enséñame a buscarte a diario, a nutrirme de Tu palabra y a encontrar mi contentamiento en Tu presencia.
Ante el escepticismo o la crítica, ya sea de otros o de mí mismo, recuérdame la autoridad que me has dado a través de mis experiencias contigo. No permitas que la falacia de las credenciales o cualquier intento de socavar mi testimonio me disuadan. En cambio, fortaléceme para compartir la verdad de Tu gracia salvadora, Tu poder sanador y Tu amor sin fin con confianza y convicción.
Usa mi historia, Señor, como un testimonio de Tu bondad y misericordia. Que mi testimonio inspire a otros a buscarte, el pan de vida, y a encontrar en Ti la satisfacción que anhelan sus almas.
En el nombre de Jesús, amén.