I. (Jn 17:25-26 “Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. 26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.”)
a. Oro que podamos decir, como Jesús, aunque “el mundo no te ha conocido, yo te he conocido”
b. Oro que podamos llegar a conocerle profunda e íntimamente
c. Oro que podamos entender cómo y dónde palpita su corazón para que podamos seguirle allí
d. No podemos conocer a Dios plenamente, hasta que no experimentemos su cuerpo, su gente
e. No vamos a experimentar su cuerpo y su gente hasta que no estemos dispuestos a llamar a aquello que no es esencial, no esencial, y fijemos nuestros ojos en Jesús, su evangelio, y procuremos la unidad en Él
f. Y, cuando lleguemos a conocerle así, y persigamos esa unidad, vamos a ver al Señor dar a conocer su nombre, a través del amor que a puesto en nosotros y a través de nosotros
g. Entonces el mundo va a conocer el poder y el amor de Dios, un Dios que pudo unir en un cuerpo a judío y gentil, rico y pobre, blanco y negro y amarillo y café, en un cuerpo, en Cristo… y van a querer conocer y él va a ser glorificado en ellos también