Una marca básica del discípulo emocionalmente sano es una profunda comprensión bíblica/práctica de sus límites. Sin estos límites, comprometeremos gravemente nuestra capacidad para amar a Dios, a nosotros mismos y a los demás a largo plazo.
Cuando nos sometemos a los límites que Dios nos ha dado, estamos reconociendo que no somos Dios. En lugar de esto, aceptamos que somos criaturas suyas, y nos sometemos a su gobierno dejando de querer controlar nuestro entorno.