No puedo cambiar las cosas, pero puedo orar. No puedo cambiar lo que siento, pero sí lo que pienso. No puedo escoger lo que tengo, pero sí cuál va a ser mi fortaleza. Mi gozo no depende de mis circunstancias, mis emociones o mis posesiones. El verdadero secreto del gozo es este: conocer a Jesús.