Queridos amados en Cristo,
Entonces… ¿cómo están todos? Muchos han pasado un año muy agotador, y como el Apóstol Mayor nos recordó recientemente, del evangelio de Juan, podemos decidir «no dejar que nuestro corazón se turbe». Recordemos que Dios está por encima de todo y Su soberanía permanece. Su amor y cuidado son eternos.
Conforme nos acercamos al domingo de Acción de Gracias, es esencial que reflexionemos sobre nuestra dependencia de Dios y preparar nuestro corazón para la gratitud. Esta temporada del año está dedicada a reconocer que todas las buenas dádivas vienen de nuestro Padre celestial. Para honrarlo auténticamente, debemos considerar cómo expresar nuestro agradecimiento de maneras que fomenten la paz y demuestren una actitud genuina del corazón.
A veces, nuestras circunstancias pueden obstaculizar nuestro deseo de expresar gratitud. Por lo tanto, aquí hay tres principios guía que nos ayudarán a honrar y agradecer a Dios de todo corazón.
Dar la gloria a Dios
Constantemente alabamos a Dios por Sus obras maravillosas y nos esforzamos por honrar Su nombre en nuestras vidas. En Romanos 1:19-21, el apóstol Pablo enfatiza que Dios se ha revelado a través de la creación, dejando a la humanidad sin excusa para negar Su existencia. A pesar de vivir en una cultura que promueve la autosuficiencia y el individualismo, debemos abstenernos de atribuirnos el mérito de lo que Él ha logrado en nuestras vidas.
Dar la gloria a Dios, el Autor de la gracia, valida nuestras expresiones de agradecimiento. Así como es injusto que las personas se atribuyan el mérito del trabajo de otros, también es inaceptable que pensemos que podemos obtener logros sin la ayuda de Dios.
Reconocer nuestra dependencia de Él nos permite apreciar la gracia que sustenta todos nuestros logros. Al recordarnos unos a otros esta verdad, podemos ser testigos colectivamente de la gloria de Dios manifestada en nuestras vidas, familias y congregaciones.
Cumplir Su propósito
Nuestro Apóstol Mayor compartió recientemente una historia interesante sobre el himno «Oh, criaturas del Señor». En cierta ocasión, un obispo planteó una pregunta a una clase de escuela dominical: «¿Cómo pueden los animales y las criaturas alabar y dar gracias a Dios?». Él explicó que los animales cumplen su propósito al vivir de acuerdo con las intenciones de su Creador. De manera similar, cada uno de nosotros tiene un propósito único, que se expresa de diversas formas: algunos viven luchas como portadores de la cruz, otros gozan de salud, algunos tienen riqueza, y otros poseen sabiduría, algunos cuentan con un fuerte círculo de apoyo familiar, mientras que otros construyen sus propias comunidades amorosas.
Al compartir las dádivas que Dios nos otorga, honramos a nuestro Creador y cumplimos Su propósito para nuestras vidas.
Dar generosamente, inspirados por Dios
Dios dio a Su Hijo y sigue proveyendo para todos nosotros porque nos ama. De la misma manera, nuestra generosidad debe estar motivada por el amor… es simplemente una cuestión del corazón. Nuestro dar no es una cantidad específica ni una medida que podamos aplicar. En lugar de pensar en cuál es la cantidad adecuada para dar, podríamos considerar: «¿Estoy compartiendo lo suficiente como Dios quiere? ¿y por qué? ¿Ha crecido en mí el amor de Dios?». No damos por ninguna otra razón: ama a Dios, ama a tu prójimo, sin motivaciones personales. Si solo damos para recibir algo a cambio, en realidad nunca dimos de verdad.
Además, si bien estamos llamados a ser instrumentos de bendición, los resultados de nuestra generosidad son determinados, en última instancia, por Dios. Esto nos anima a dar, invertir y luego confiar en el plan providencial de Dios, entendiendo que el impacto de nuestras acciones puede extenderse más allá de nuestra comprensión inmediata.
Al prepararnos para Acción de Gracias, se nos invita a dar abundantemente a Dios, cultivando una relación profunda con Él. Al santificar Su nombre en esta temporada, participamos en actos de reverencia que afirman Su santidad, y así, nos acercamos a Él. Esta ocasión nos brinda un momento para reflexionar sobre nuestras bendiciones y comprometernos a vivir una vida caracterizada por el agradecimiento y la adoración.
Sepan que estoy agradecido por ustedes y los muchos esfuerzos, visibles e invisibles, que se realizan para avanzar el Reino.
¡Les deseo una celebración de Acción de Gracias llena de alegría, paz, amor y gratitud!