Este mensaje nos adentra en la poderosa oración de la Iglesia primitiva en Hechos 4. Nos recuerda que la verdadera oración nace de la urgencia y el peligro, no de la comodidad. Nos recuerda que la verdadera oración nace de la urgencia y el peligro, no de la comodidad. Los primeros creyentes no oraban por una vida fácil, sino por audacia para proclamar a Cristo ante la persecución. Su oración se basaba en la comprensión de Dios como Creador, Revelador y Encarnado. Este fundamento teológico alimentaba su motivación para difundir el Evangelio, costara lo que costara. Tenemos el reto de examinar nuestras propias oraciones: ¿buscamos consuelo o audacia? ¿Nos preocupan más nuestros problemas o proclamar a Cristo? El mensaje nos insta a orar para recibir una nueva llenura del Espíritu Santo, no para nuestro propio beneficio, sino para que nos capacite como testigos en un mundo quebrantado.