Santiago

Fe genuina, Fe en acción

Introducción a la epístola De Santiago

Juan Cáceres

Tema: Fundamentados en la Palabra de Dios Lección # 1: Introducción a la epístola de Santiago “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles;” 1 Corintios 15:3-7 “Aunque no siempre es posible identificar todos los datos concernientes a una composición, ninguna pieza literaria puede ser propiamente comprendida fuera de su contexto histórico. Para comprender el mensaje de la epístola de Santiago se debe conocer entre otras cosas, algo respecto al autor, la fecha de composición, los receptores, el propósito por el que escribió esta carta, las características literarias y estilo de la composición” (Elvis Carballosa, autor del libro Santiago, una fe en acción). Por tal razón, antes de entrar a la epístola, estudiaremos lo que nos dice la Biblia sobre Santiago. 1. Sus orígenes - Todo comienza con el nacimiento de Jesús. El apóstol Pablo escribió en Gálatas 4:4-5: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.” Jesús nació por obra del Espíritu Santo de la virgen María (Mateo 1:18; Lucas 1:30-35). Se cumplió la profecía de Isaías 7:14 que declaró: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Mateo 1:23 cita esta profecía y añade que “Emanuel” significa “Dios con nosotros”. Mateo 1:24-25 continúa: “Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. 25 Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS”. En Mateo 13:55-56 leemos: Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? 55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? 56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?” (Santiago fue más bien un título en latín de San Jacobo que con el paso del tiempo se convirtió en español a Santiago.) De acuerdo al libro Life in Year One (La vida en el año Primero), Nazaret en el Siglo 1 era un pueblo de unos 400 habitantes con caminos no pavimentados y casas de una sola planta hechas de barro y piedra y techadas en paja con ventanas altas para que entrara luz y aire, pero que no permitiera que se viera desde afuera. Las familias eran numerosas y las casas pequeñas. Las familias preparaban sus alimentos y comían fuera de la casa. Imagina la vida de Jesús, Santiago (que parece ser el primer hijo de José, por el orden en que aparecen los nombres) y sus hermanos (al menos, eran siete). La familia viajaba en caravanas a las fiestas de la Pascua en Jerusalén (Lucas 2:41). Más adelante, la Biblia hace claro que Santiago y sus hermanos no creían en Jesús (Juan 7:5 – “Porque ni aun sus hermanos creían en él”). 2. El poder de la resurrección de Cristo - El apóstol Pablo escribió que Cristo después que resucitó se le apareció a distintas personas, entre ellas habla de Jacobo (1 Corintios 15:3-8). Esta experiencia transformó a Santiago. Lo sabemos porque lo encontramos en el Aposento Alto esperando la promesa del Espíritu Santo (Hechos 1:14). En Hechos 12, Herodes mató al apóstol Jacobo, hermano de Juan. Luego, mandó a encarcelar a Pedro para matarlo, pero Dios envió un ángel y lo libró (Hechos 12:1-17). Pedro llegó a la casa donde los discípulos oraban por él. En Hechos 12:17 dice: “Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió, y se fue a otro lugar.” Tal parece que tras la salida de Pedro de Jerusalén, Jacobo (Santiago) toma la posición de liderazgo. Es importante indicar que la persecución llevó a los discípulos a diversos lugares y allí predicaron el evangelio, lo cual trajo gran crecimiento a la Iglesia. Es interesante que Pablo narra su experiencia con Dios en Gálatas 1 y escribe: “Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; 19 pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor” (Gálatas 1:18-19). Luego añade en Gálatas 2 que catorce años después volvió a Jerusalén y escribe; “y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión” (Gálatas 2:9). En los evangelios leemos del círculo íntimo de Jesús: Juan, Jacobo y Pedro, pero recuerde que el Jacobo que menciona allí era el hermano de Juan, al cual Herodes mandó a matar. El Jacobo que Pablo menciona en Gálatas es Santiago, el hermano del Señor. Santiago es un testimonio firme del poder de la resurrección de Cristo. De un incrédulo se convirtió en un líder de la Iglesia. El apretón de manos que se dieron es un acuerdo, una bendición mutua y un vínculo para servir al Señor en diferentes direcciones. 3. Su liderato en el Concilio de Jerusalén – Pablo y Bernabé enfrentaron a los judaizantes en Antioquía de Siria que llegaban de Jerusalén diciendo que la circuncisión era necesaria para la salvación. Decidieron enviar a Pablo y Bernabé junto a otros hermanos a Jerusalén a reunirse con los apóstoles y ancianos de la Iglesia. En la Iglesia en Jerusalén encontraron fariseos que se habían convertido, pero exigían que los gentiles guardaran la ley de Moisés. Por tal razón, los líderes de la Iglesia se reunieron en Jerusalén. Hubo mucha discusión del asunto. Pedro se levantó y dio testimonio cómo Dios lo usó para predicar a los gentiles (en casa de Cornelio). Pedro declaró que los gentiles recibieron el Espíritu Santo como ellos. Añadió: “y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. 10Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos” (Hechos 15:9-11). Después Pablo y Bernabé contaron las maravillas y señales que Dios había hecho a través de ellos entre los gentiles. Fue entonces que Santiago con autoridad y diplomacia citó al profeta Amós para decir que tanto judíos como gentiles creerían. Por tanto serían admitidos en la Iglesia sin impedimentos. Los creyentes gentiles eran pueblo de Dios, podían adorar a Dios y no tenían que circuncidarse. Las cosas que se les pidieron que hicieran era para que los judíos estrictos pudieran tener relación con los gentiles. Santiago indica que aquellos que judaizantes no iban de parte de él ni de la Iglesia en Jerusalén (Hechos 15:24). Como Pablo escribió en Efesios 2:11-22, de ambos pueblos (judíos y gentiles), Dios hizo uno, teniendo entrada por un mismo Espíritu al Padre y siendo partes de la familia de Dios. De igual manera, Pedro escribió: “vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2:10). Así que vemos a este hombre transformado por Dios de un incrédulo a un líder de la Iglesia mostrando su liderato en una situación sumamente difícil para la Iglesia del primer siglo. Este Santiago (Jacobo) es quien escribe la carta que comenzamos a estudiar.

Una Fe Genuina

Josué Cáceres

Tema: Una fe genuina “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.” Santiago 1:1 1. Siervo de Jesucristo – Cuando comenzamos a leer la epístola de Santiago es importante tomar en cuenta cada detalle de la misma. Cuando estudiamos y entendemos lo que Dios quiso comunicar por medio del autor, hallaremos un caudal de riqueza bíblica que nos ayudará en nuestro crecimiento como discípulos de Cristo. El saludo de esta carta tiene mucho que enseñarnos. En primer lugar, es interesante la manera en que Santiago se introduce. Él se identifica como siervo de Jesucristo. El apóstol Pablo también utilizaba esta expresión para describir su relación con Cristo (Romanos 1:1; Filipenses 1:1; Tito 1:1). La palabra “siervo” tenía una connotación muy interesante en ese tiempo. El siervo (en el original griego: “doulos”) es alguien que ha puesto a un lado su propia autonomía y se ha sometido a la voluntad de otro. Esto contrastaba grandemente con la cultura griega. Los griegos se jactaban de su libertad y repudiaban a aquel que fuera esclavo. Sin embargo, Santiago está colocándose entre aquellos hombres que a lo largo de los siglos se han sometido a la voluntad de Dios. Al igual que Moisés, Abraham, David y tantos otros, Santiago reconoció la soberanía de Dios y se deleitó en considerarse súbdito suyo (Romanos 6:16). Lo que los griegos y los romanos despreciaban, los cristianos lo veían como el mayor de los privilegios: ser esclavos del Todopoderoso y someterse a su soberana Voluntad. Santiago, ignorando los títulos humanos, se presentó de acuerdo a su relación con Dios. De igual forma nosotros debemos comportarnos. Nunca debemos actuar con soberbia y vanagloria, sino con humildad, entendiendo que no somos dueños de nuestra vida. Pertenecemos a nuestro salvador (Filipenses 3:3-10; Santiago 4:6). Para Santiago, su más alto honor era ser siervo del Señor Jesucristo. 2. Destinatarios – Otro aspecto que el primer versículo nos muestra es a quién está dirigida la carta: “a las doce tribus que están en la dispersión”. En el saludo nos deja ver que ésta es una epístola a judíos que han sido dispersados por la persecución. Debemos recordar que luego de Esteban ser apedreado se marcó el inicio de un período de persecución, liderado por Saulo de Tarso (Hechos 7:56-8:1). El deseo de Santiago era que esta carta llegara dondequiera los judíos cristianos de esa época fueron dispersados, pero a la vez que alcanzara también a los judíos incrédulos. El deseo de Santiago fue edificar, corregir y afirmar a aquellos que llama “hermanos míos”. Es importante notar que, con apenas cinco capítulos, esta carta está repleta de verdades prácticas que transforman nuestra vida. 3. Una fe genuina – La genuinidad de algo se establece o afirma por medio de un proceso de examen o prueba. El oro, la plata, los diamantes y aún el dinero son sometidos a prueba para comprobar su valor. En su epístola, Santiago estableció una serie de pruebas con el fin de afirmar, establecer y diferenciar la fe genuina de cualquier otro tipo de “fe”. Con esto no decimos que existe otra fe salvífica, sino que Santiago quiere corregir a aquellos que decían “tener fe” era evidencia de poseer la fe. La fe verdadera no es una mera expresión externa (Isaías 29:13), es el resultado de una convicción interna. Como hemos explicado antes, la gente puede poseer fe en muchas cosas, pero la fe que salva solo viene por medio de nuestro Señor Jesucristo (Hechos 4:11-12; Romanos 10:8-11). Si las cosas materiales que consideramos de gran valor son puestas a prueba, cuánto más debe ser puesta a prueba nuestra salvación, cuando nuestra relación con Dios es lo más valioso de nuestra existencia. Santiago quería que sus lectores comprobaran la genuinidad de su fe y a la vez exponer a aquellos que afirmaban amar a Dios, pero en realidad amaban a este mundo. 4. El llamado a examinarnos – A través de la Escritura el llamado es a examinar nuestros corazones y nuestros caminos (Salmo 139:23-24; Lamentaciones 3:40; Ezequiel 18:28; 2 Corintios 13:5). Santiago en esta epístola está siguiendo el ejemplo de Jesús y lo que va a hacer es tomar el Sermón del Monte como parte fundamental de su carta. El escritor hace 20 alusiones directas al Sermón del Monte; al punto que muchos dicen que esta epístola es un comentario de este sermón. El deseo de Santiago era el mismo de Jesús: mostrar que una apariencia externa de piedad es nada sin una piedad interna. La idea es simple: “Lo que haces es tan importante como lo que dices”. Por eso Jesús, a través del Sermón del Monte, estableció una serie de parámetros (pruebas) por medio de los cuales podemos afirmar nuestra salvación. El primer parámetro es nuestra actitud (Mateo 5:3-12), el segundo nuestra influencia (Mateo 5:13-16), el tercero nuestra obediencia (Mateo 5:17-20) y el cuarto un corazón recto (Mateo 5:21-48). Jesús y Santiago, por medio de su carta, quieren mostrarnos que la fe salvadora siempre produce como resultado buenas obras (Mateo 5:16; Efesios 2:10). La importancia de comprobar nuestra fe no solo es un tema del Antiguo Testamento, sino es de suma importancia en el Nuevo Testamento; tanto que el apóstol Juan es claro en diferenciar, en su primera carta, los que son, de los que dicen ser (1 Juan 2:3-6). El llamado bíblico es a examinarnos y como creyentes vivir de acuerdo a lo que somos, que nuestras acciones vayan a tono con nuestras palabras. Eso comprueba que no solo decimos que le amamos, sino que nuestro corazón está rendido a Él. 5. El propósito de la carta – Es curioso notar que Santiago en ningún momento trata con la esencia de la salvación. No encontramos en esta carta nada sobre la crucifixión de Cristo o su resurrección, nada sobre su deidad, no habla de la justificación, ni de la regeneración. Esto es así, ya que todo esto está asumido. Santiago le escribió a creyentes que sabían todas estas cosas. Él les llamó hermanos en diferentes ocasiones, lo que debemos asumir es que él le escribió a gente que decían tener fe en Cristo. El mensaje de Santiago es simple: “puedes expresar conocimiento sobre muchas cosas concernientes a la salvación, pero tu carácter debe estar alineado a ese conocimiento”. Un carácter, alineado a nuestra fe, producirá un deseo de crecer continuamente en nuestra santificación (Hebreos 12:14). El propósito de Santiago es que los creyentes puedan examinar sus vidas y comprobar la buena voluntad de Dios. Cuando entendemos esto, no pensaremos, como algunos, que Pablo y Santiago están en conflicto. Pablo en su carta a los Romanos preguntó “¿cómo recibimos la salvación?” y contestó: “es por la fe solamente”. Para Santiago la pregunta es: “¿Cómo compruebo mi salvación?” La respuesta es: “por obras solamente”. La salvación es recibida por la fe, pero es comprobada por las obras. Porque el resultado de la salvación siempre es buenas obras que glorifican a nuestro Dios (Lucas 6:43-45).

La fe genuina en medio de las pruebas

Juan Cáceres

Tema: La fe genuina pide sabiduría en medio de las pruebas “Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla. 6 Cuando se la pidan, asegúrense de que su fe sea solamente en Dios, y no duden, porque una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro. 7 Esas personas no deberían esperar nada del Señor; 8 su lealtad está dividida entre Dios y el mundo, y son inestables en todo lo que hacen.” Santiago 1:5-8 NTV 1. La fe genuina es probada – La fe es probada de diversas maneras para producir constancia, madurez y estabilidad. La palabra griega usada en Santiago para pruebas y tentaciones es “peirasmos”, que significa “evaluar, probar, poner a prueba”. Cuando atravesamos triunfantes las pruebas de la vida nos volvemos más constantes, resistentes y perseverantes. Además nos convertimos en un testimonio dinámico para aquellos que nos ven, demostrando el poder y la presencia de Cristo en nuestro corazón. La actitud correcta es esencial para el resultado final de la prueba. Santiago exhorta a los creyentes a considerar las pruebas como instrumentos para producir madurez de carácter, por eso deben soportarlas con gozo y paciencia. El gozo es la confianza que tenemos de que Dios usará las pruebas para nuestro beneficio. A través de la carta de Santiago veremos las diferentes maneras en que la fe es probada. Nuestra respuesta a las pruebas revelará la condición de nuestro corazón. 2. La fe genuina apela a la sabiduría divina – La mayoría de las veces no entendemos porque pasamos por pruebas difíciles. Es por ello que necesitamos la sabiduría divina para llegar a ese entendimiento. Reconocer la falta de sabiduría es el punto de partida del creyente que desea depender de Dios. Job preguntó: “Mas ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Dónde está el lugar de la inteligencia?” (Job 28:12). Santiago contestó la pregunta: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). También el apóstol Pablo escribió en Colosenses 2:3 que es en Cristo “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” El camino a seguir cuando reconocemos que nos falta sabiduría es “pedirla” a Dios. Santiago enfatiza en el carácter de Dios: Dios da generosamente, con liberalidad y no nos reprocha por pedirle. Note las promesas maravillosas: Dios nos dará sabiduría; nos dará sabiduría en abundancia; a todos (sin favoritos, Dios es generoso con todos); no nos reprochará por no saber qué hacer. Nos recuerda Efesios 3:20 – “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”. La idea del pasaje es que Dios cumplirá Su promesa de dar al que pide (Mateo 7:7 NTV – “Sigue pidiendo y recibirás lo que pides; sigue buscando y encontrarás; sigue llamando, y la puerta se te abrirá”). 3. La fe genuina es necesaria en la oración para que la petición sea efectiva - Santiago escribió: “Pero pida con fe, no dudando nada”. Orar “con fe” es hacerlo con la confianza de que Dios va a responder. Es reconocer que Dios nos ama, somos sus hijos; Él es nuestro Padre y quiere suplir cada una de nuestras necesidades. Por ende, Dios escuchará nuestra petición y nos dará la sabiduría para vencer las pruebas y tentaciones de la vida. Santiago 1:6 continúa: “porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”. La expresión “el que duda” sugiere que la persona está en un estado continuo de duda o vacilación. Así como el oleaje es controlado por el viento, el que duda es controlado por su duda. Leemos en Marcos 11:22-24: “Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. 23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. 24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Fíjate como Santiago describe al que duda: “es como una ola de mar arrastrada por el viento de una parte a otra”, “no recibirá cosa alguna del Señor”, “es una persona de doble ánimo”. No solo es inconstante en lo que respecta a la oración, sino en todos sus caminos. La persona de doble ánimo lleva una vida de altas y bajas; no es confiable, pues su conducta es inestable. 4. La fe genuina, tanto en el pobre como en el rico, produce una actitud correcta frente a las pruebas - Santiago 1:9-11 PDT lee: “El hermano de condición humilde no se avergüence de ser pobre, porque Dios lo ha puesto en un lugar de honor. 10 El hermano rico no se avergüence cuando Dios lo humille, porque el rico desaparecerá como la flor de la hierba. 11 Cuando sale el sol, hace calor y se seca la hierba; la flor se cae y ahí termina su hermoso aspecto. Así pasa con los ricos, en un momento los vemos ocupados en sus negocios y, de pronto, mueren”. Tanto pobres como ricos son probados; así nosotros somos probados en la escasez y en la abundancia. Proverbios 30:8-9 dice: “Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; 9 No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios”. Los pobres no deben permitir que las circunstancias entorpezcan o destruyan su espíritu y gozo en la vida, se resientan con los que tienen más y traten de quitarles algo de lo que éstos tienen. Tampoco deben desarrollar un sentido de inferioridad e ineptitud que los lleva a una conducta retraída. Santiago contrasta la pobreza material del hermano con la riqueza espiritual que posee por el hecho de hallarse “en Cristo”. Por otro lado, el peligro de las riquezas es que tienden a dar al hombre un falso sentido de seguridad. Cree estar seguro de tener recursos para enfrentar cualquier cosa, cree poder comprarlo todo, cree que puede pagar para eludir cualquier situación desagradable para él. La Biblia no condena al rico como persona ni tampoco la riqueza. Lo que condena es la avaricia, el deseo desenfrenado hacia la posesión de más bienes materiales con fines meramente egoístas. Santiago ha estado hablando de la inconstancia, la falta de fe y el ser de doble ánimo. Es en este contexto que menciona al hermano pobre y al hermano rico. El creyente pobre puede tener su mente dividida, puede decir que confía en Dios y, al mismo tiempo, excusarse diciendo que es pobre y no puede servir como quisiera. Por otra parte, el rico puede estar cegado por sus riquezas hasta el punto de confiar en ellas más que en el mismo Dios. Es muy probable que Santiago recordara al rico que si antes el usaba sus riquezas materiales como criterio para medir las cosas, ya no debe hacerlo más. El nuevo criterio debe estar relacionado con la persona de Cristo y su obra expiatoria en la cruz. Cuando un pobre y un rico se paran junto a la cruz de Cristo, ambos alcanzan la misma estatura y el mismo valor. Santiago habla de lo transitorio que es la vida. Las riquezas que puedan acumularse tienen un uso limitado. Lo permanente es una relación correcta con Dios. Así lo afirma en su carta el apóstol Juan: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17).

La fe genuina anticipa las bendiciones futuras

Juan Cáceres

Tema: Fe genuina, fe que acciona – un estudio de la epístola de Santiago: La fe genuina anticipa las bendiciones futuras “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.” Santiago 1:12 1. El propósito de Santiago – A través de toda su carta, Santiago nos va a presentar cómo la fe genuina es probada de diversas maneras. En su Biblia de Estudio, John Mac Arthur bosqueja la carta como una serie de pruebas mediante las cuales la legitimidad de la fe de una persona puede ser medida. De igual manera, Elvis Carballosa en su libro Santiago, Una Fe en Acción, nos presenta la realidad de los resultados de una fe viva, genuina enfrentando diferentes situaciones y siempre produciendo algo bueno en nuestra vida para la gloria de Dios. Cuando enfrentamos las pruebas y tentaciones y, por la gracia de Dios las vencemos, nuestro carácter se torna más como el de Cristo. Esto es, somos más cabales, más juicioso, más constantes, eliminando cada vez más debilidades y defectos en nuestra vida (Santiago 1:4). Es importante recordar que Santiago nos dice que tengamos “una actitud de gozo”, no por la prueba en sí, sino por el resultado que traerá esa prueba. Segundo, para vencer o superar las pruebas debemos “conocer” (“sabiendo”) que la prueba está produciendo algo. Tercero, es “una voluntad sumisa a Dios”: para tener paciencia y dejar que Dios produzca en nosotros su obra completa. Cuarto, nos habla de un corazón que cree (versos 6-8). Más adelante en los versos 9 al 11 nos habla de un espíritu humilde. Estas son las actitudes claves para vencer en las diversas pruebas. 2. Bienaventurado – El centro de la discusión en los verso 2 al 11 del primer capítulo de la epístola de Santiago ha sido: ¿Cuál debe ser la actitud del creyente al enfrentarse a las pruebas? Santiago argumenta que los creyentes debemos tener una actitud de gozo, paciencia, oración, humildad y confianza en Dios para hacer frente a las dificultades y obstáculos que pudieran rodear su vida. El versículo 12 corona la discusión. Asegura que hay una promesa de bendiciones para el creyente que soporta las pruebas. La palabra griega que se traduce “bienaventurado” es “makários” que es también utilizada repetidamente por Jesús en las “Bienaventuranzas” del Sermón del Monte (Mateo 5:1-11). Esta palabra se usa para expresar el gozo interno de una persona que se mantiene feliz por encima de las circunstancias que rodean su vida. Es como si dijera “hombre feliz” es el que soporta la prueba. La Nueva Versión Internacional traduce Santiago 1:12, “Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman”. El vocablo “aprobado” era usado en el griego clásico para indicar algo “genuino” o “digno de confianza”. “Era el acto de conocer una moneda y declararla válida para su circulación.” En Romanos 16:10 y 1 Corintios 11:19 se aplica a una persona que después de haberse probado, se declara apto, aceptado o aprobado. Probado → Aprobado → Promovido 3. Resumiendo - ¿Cuál es el propósito de las pruebas? – El pastor John Mac Arthur lo resume así: a. Probar la fortaleza de nuestra fe o la falta de ella b. Para humillarnos; para que no confiemos más de lo que deberíamos de nuestra fuerza espiritual c. Despegarnos de las cosas del mundo. Para llamarnos a una esperanza celestial, poner la mira en las cosas de arriba y no en las de abajo. d. Para revelar lo que realmente queremos. e. Para enseñarnos a valorar la bendición de Dios y para apreciarlo cuando viene a nosotros en los momentos de sufrimiento. f. Para ayudar a los demás en sus pruebas: consolar como hemos sido consolados. g. Para llevar los unos las cargas de los otros. h. Para desarrollar la fuerza que permanece para mayores lugares de ministerio y efectividad. 4. Conclusión – Las pruebas que enfrentamos pueden ser de corto término como las tentaciones o de largo término como enfermedades, problemas de matrimonio, pérdidas y así por consiguiente. Algunas como la enfermedad son obvias. Otras como la prosperidad no lo son. De todas formas, Dios usa las pruebas para revelar nuestros defectos, nuestras flaquezas, nuestras debilidades. También las pruebas nos llevan a conocer nuestro amor por Dios. Así que en vez de escapar, busquemos madurar espiritualmente. Recordemos: a. Cuando pedimos sabiduría en la prueba, amemos lo suficiente a Dios para confiar en que la proveerá b. Cuando la prueba nos prive de los bienes materiales, que amemos a Dios aún más. Que nuestro afecto no se desvanezca, aunque los dones externos desaparezcan. c. Cuando nuestras posesiones se multipliquen, continuemos amando a Dios más que nuestros bienes materiales. Los creyentes judíos necesitaban escuchar las enseñanzas de Santiago; de igual manera nosotros. Muchos son fuertes en conocimiento de la fe, pero débiles en la vida de fe. Las pruebas de la vida prueban nuestra fe, empujándonos a actuar, no solo a pensar. Si resistimos las pruebas de la vida, veremos que nuestra fe es genuina. Entonces, cuando Dios confirme nuestra fe nos dará la corona de la vida eterna. Entonces, los que lo amemos y hallamos crecido en madurez hacia Él, moraremos con Dios para siempre.

La fe genuina y la tentación

Josué Cáceres

Tema: La fe genuina y la tentación “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.” Santiago 1:13-14 Introducción – Santiago, en el inicio de su carta (1:1-12), les recordó a los creyentes que Dios usa las pruebas para madurar el carácter de sus hijos. Estas pruebas no tienen el fin de destruirnos o descarriarnos, por el contrario, fortalecen nuestra fe y dirigen nuestra mirada hacia Dios. En las pruebas, la genuinidad de nuestra fe es comprobada y demostramos a quién realmente servimos (Mateo 13:18-23). Por eso, nuestra actitud hacia las pruebas debe ser totalmente opuesta a la actitud del mundo. Al enfrentar las pruebas debemos: gozarnos en lo que han de producir en nuestra vida (Santiago 1:2,3), pedir sabiduría para comprender y obedecer la voluntad de Dios (1:5), depender y regocijarnos totalmente en Dios y no en nuestros recursos, sea pobreza o riqueza (1:9-11), soportar y anticipar la bendiciones futuras que Dios nos ha prometido (1:12). En la porción que comenzaremos a estudiar hoy (Santiago 1:13-18), Santiago nos muestra el contraste entre la prueba y la tentación. Además nos enseña cuál es el origen de las tentaciones. 1. Nadie diga – Una de las consecuencias más nefastas del pecado es que siempre busca trasladar la responsabilidad de la falla a otros. Este problema no es nuevo y lo vemos plasmado desde la caída del hombre. Al pecar, Adán y Eva trataron de hacer a otro responsable de su acción. Responsabilizaron a Dios por su pecado: Adán acusó directamente, pero Eva lo hizo indirectamente (Génesis 3:11-13). Santiago quiere que sus lectores entiendan que Dios trae o permite las pruebas, pero nunca es el autor de la tentación. La expresión utilizada por Santiago, “no diga” o “nadie diga”, da a entender que este era un problema que la Iglesia estaba enfrentando. Debemos cuidarnos de no cometer este craso error y acusar a Dios de ser el autor de nuestras fallas. Cuando acusamos, directa o indirectamente, a Dios por nuestros errores, estamos implicando que Él desea que fallemos. El apóstol Pablo nos muestra en 1 Corintios 10:13 que la fidelidad de Dios se muestra en que nunca nos dará más de lo que podamos resistir. La respuesta de Santiago hacia quienes responsabilizan a Dios por su pecado es contundente: “Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta a nadie”. 2. Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta a nadie – Esta expresión lo que quiere denotar es que Dios no es susceptible al pecado. Dios es impecable. En otras palabras, Dios no puede pecar. En la naturaleza divina no se produce ni se origina ningún tipo de deseo hacia el pecado. Esta premisa se basa en uno de los atributos de Dios: su santidad. Cuando Dios se lo reveló a Isaías (Isaías 6:3), le mostró su Santidad y es esa misma santidad la que nos llevará a comprender que Dios nunca es el responsable de nuestras fallas. Un Dios absolutamente Santo no puede ser tentado a hacer lo que es contrario a su naturaleza. De la misma manera en que Dios no puede ser tentado, tampoco puede tentarnos. Vaughan en su comentario sobre Santiago expresa: “La misma perfección que imposibilita que Dios sea tentado también imposibilita que Dios tiente a alguien.” Dios nunca someterá a sus hijos a una situación donde se vean obligados a pecar (1 Corintios 10:12-14). Algunos, erróneamente, en este punto dirigen su atención a Mateo 4:1 al 11 y expresan dos argumentos. El primero es para negar la deidad de Cristo, diciendo que si era Dios no podía haber sido tentado. Segundo, alegan que la Escritura se contradice. Ante estas acusaciones podemos responder de varias maneras. La primera manera es explicando el término griego “peirasmos” y lo que éste implica; esto lo haremos en breve. Segundo debemos entender que Jesucristo era completamente hombre y completamente Dios. Jesús no fue tentado como Dios, pero sí fue tentado en la esfera de su humanidad. Como Dios, Jesús no podía pecar, pero en su naturaleza humana podía ser tentado. La pregunta que nos resta contestar es, ¿quién es el responsable de la tentación? 3. El responsable de las tentaciones – El culpable o responsable de las tentaciones es el propio corazón humano. En su comentario sobre Santiago, Douglas J. Moo declara: “junto a la prueba siempre vendrá la tentación, pero esa tentación no proviene de Dios, proviene de nuestro corazón”. Pablo, en su carta a los Romanos, expresa la realidad de nuestro corrompido corazón y cómo nos conduce hacia el pecado (Romanos 7:12-25). Pedro nos exhorta a cuidarnos de los deseos carnales que nos conducen al pecado (1 Pedro 2:11). El origen de esos deseos es nuestro corazón. Aunque la tendencia es a responsabilizar a otros por el pecado, la Biblia nos muestra que los responsables de la tentación somos nosotros. Solo cuando comprendemos esta verdad, podremos aferrarnos a Dios y entender que separados de Él nada podemos hacer. La esperanza del creyente estriba en que Dios no solo ha vencido la tentación sino también al tentador (Romanos 8:35-39, Colosenses 2:13-15). 4. ¿Prueba o tentación? – Si estudiamos con detenimiento este pasaje, nos daríamos cuenta que la palabra “tentación” y la palabra “prueba” es la misma palabra en el original griego. Aunque es la misma palabra griega, “peirasmos”, Santiago está hablando de dos conceptos distintos. Esta palabra puede tener dos connotaciones, una negativa y otra positiva. En el verso 12, “peirasmos” tiene una connotación positiva, por eso es traducida como “prueba”, pero en los versos 13 y 14 su connotación es negativa y se traduce como “tentación”. La diferencia está en como nosotros respondemos. La dificultad financiera, una prueba para fortalecer nuestra fe, puede tentarnos a cuestionar la provisión de Dios. Somos nosotros lo que convertimos las pruebas en tentaciones cuando cedemos a nuestra carne y no descansamos en Dios y su Palabra. Por eso es que la Biblia nos enseña que Dios probó a Abraham (Génesis 22:1-5), también nos muestra que Dios probó a Israel (Éxodo 16:4,16-20). ¿Cuál fue el resultado de ambas pruebas? La prueba de Abraham fortaleció su fe. Sin embargo la prueba al pueblo de Israel mostró su falta de fe. Una respuesta correcta ante la prueba produce perseverancia, sabiduría, rectitud y vida. Una respuesta incorrecta produce pecado y muerte (Santiago 1:15). “No muerdas la carnada” es lo que Santiago nos quiere enseñar; no seas atraído y seducido, en medio de las pruebas, a accionar conforme a tus pasiones y no conforme a la Palabra de Dios. Recuerda que Dios prueba a sus siervos para fortalecer su fe. Sin embargo, Él nunca los inducirá a pecar. La fe genuina responde a la tentación de una manera distinta, en vez de abrazar sus deseos pecaminosos, huye de ellos y corre hacia Cristo, porque entiende que el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9).

La fe genuina reconoce que Dios es el autor de toda dádiva

Juan Cáceres

Tema: La fe genuina reconoce que Dios es el autor de toda buena dádiva “Amados hermanos míos, no erréis. 17 Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” Santiago 1:16-17 1. Introducción – En la lección anterior vimos que Santiago afirmó que la impecabilidad de Dios imposibilita que la tentación proceda de Él. Hay dos caminos potenciales en las pruebas y tentaciones: (1) atravesarlas con perseverancia nos hará madurar y crecer (Santiago 1:3-4,12) ó (2) darle lugar a los deseos egoístas que nos dirigen al pecado y la muerte (Santiago 1:14,15). Santiago demuestra que el hombre es responsable, y al mismo tiempo culpable, cuando cede a la tentación. ¡Cuán tonto es sucumbir a la tentación y luego culpar a Dios por los resultados! En los versículos 16 al 18, el autor declara, que en lugar de originar las tentaciones, Dios, como nuestro Padre, provee bendiciones para sus hijos. 2. Amados hermanos míos, no erréis – No nos engañemos, dejemos de culpar a Dios y culpémonos a nosotros mismos. Miremos hacia nuestro interior. Un sabio predicador dijo que en el bautismo, no ahogamos la carne; ésta sigue con nosotros. Tenemos que trabajar con los malos deseos; entregarlos a Cristo y reconocer nuestra debilidad. No podemos exponer nuestras emociones a todo lo que nos atrae. No permitamos que malos deseos cautiven la mente. El apóstol Pablo escribió: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). También escribió: “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,” (2 Corintios 10:4-5). Debemos de saber dónde está el problema, no nos engañemos. La palabra griega que se traduce “erréis” es “planáo” y significa “guiar por mal camino”, “extraviar”, “hacer deambular” y metafóricamente significa “guiar fuera de la verdad”, “dirigir hacia el error”, “engañar” . Aquí Santiago hace una prohibición terminante; les ordena detenerse y regresar al camino correcto. A pesar de su firmeza, Santiago manifestó también su ternura pastoral. Se refirió a sus lectores como “amados hermanos míos”. A causa de nuestra nueva relación con Cristo, la palabra “hermanos” ha adquirido un mayor sentido de intimidad. Vemos un equilibrio entre la firmeza y la fraternidad, entre la amonestación y el amor. 3. Toda buena dádiva y todo don perfecto - Aquí está el corazón del texto. Nadie puede culpar a Dios por el pecado porque toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto. Contamos con una naturaleza que da lugar al pecado. Dios no lo hace. La naturaleza de Dios es tal que sólo produce bondad. Esto tiene dos lados: (1) en el lado negativo, lo que está diciendo es que Dios nunca podría producir el pecado; (2) en el lado positivo, lo que está diciendo es que Dios va a derramar cosas buenas, más cosas buenas y más bien sobre nosotros. ¿Por qué ir tras anzuelos cebados para alcanzar satisfacción cuando Dios está derramando todo lo que necesitas para toda tu satisfacción? Dios nunca produce maldad, Él da buenas dadivas y dones perfectos. Si tenemos en Cristo, por la gracia de Dios, la fuente de vida, ¿por qué beber de otra fuente que lo que produce es muerte? (Jeremías 2:13). Cada acto de dar y cada regalo dado en el acto de dar es bueno y perfecto. Bueno significa bueno, no hay comparativa para ello, es completo, no falta nada, es suficiente, es perfecto. Cada buena dádiva, cada buen regalo que da Dios es perfecto, beneficioso. No es de extrañar que Jesús dijo en Mateo 7:7 - “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” Añade en Mateo 7:11 - “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” Es tonto ir tras los anzuelos y trampas cebadas, atraídos por la lujuria cuando Dios tiene un suministro interminable, toda buena dádiva y todo don perfecto. Dios ha guardado lo mejor para ti. Satanás trató de decirle a Eva que Dios retenía cosas buenas de ella (Génesis 3:1-5). Ella compró esa mentira y pecó. De igual manera vemos el pecado de David. Leamos 2 Samuel 12:7-9: “Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, 8 y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. 9¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón”. Fíjate que Dios le dice todo lo que le dio, que tomó en poco Su palabra y cedió a la tentación y pecó contra Dios. 4. Padre de las luces - Esta era una manera antigua de los judíos de referirse a Dios como el Creador. Las luces que tienen en mente son el sol, la luna y las estrellas. Dios es el padre de las luces, pero con Él no hay variación ni sombra de variación. Él es quien creó todos los cuerpos estelares. Él creó a todos ellos, pero no es como ellos. Ellos cambian, se atenúan. Ellos traen la luz. Echaron sombra. Su beneficio para nosotros va y viene. Dios no es así. Es la luz brillante de la gloria y la luz de la bondad y la luz de la gracia. No es variable. No tiene sombras. Nunca se oscurece. 1 Juan 1:5 dice: “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él”. Malaquías 3:6 dice: "Porque yo Jehová no cambio". No hay días en que Dios deja de dar dones espirituales. El flujo de las cosas buenas de Dios nunca varía, nunca se detiene. Las corrientes de misericordia no cesan, nada puede eclipsar la bondad de Dios, nada puede detener su benevolencia. Nada puede interrumpir el flujo de la luz celestial. Dios da todo bien y sólo es bueno. ¿Quién es responsable por el pecado? Nosotros somos responsables por nuestras faltas y pecados. 5. Primicias de sus criaturas - Santiago 1:18 dice: “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”. Dios no quiere que nosotros pequemos porque Dios nos regeneró para hacernos como Él. La naturaleza de la regeneración se opone al pecado. Dios nos dio nueva vida. La codicia engendra muerte, pero Dios engendra vida. Dios no nos tienta para que hagamos el mal, nos recreó para hacernos bien. Él nos regeneró para ser una nueva creación de su propia posesión. Tenemos en nosotros esa nueva creación que nos permite superar el mal si usamos los medios de gracia, las armas de nuestra milicia, que no son carnales, la oración, el estudio de la Palabra de Dios y una mente disciplinada para detener el pecado en el punto en que se inicia.

Hacedores de la palabra - Parte 1

Josué Cáceres

Lección # 8: Hacedores de la Palabra - Primera parte “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; 20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.” Santiago 1:19-21 1. Por esto, mis amados hermanos – Mostrando su amor entrañable por los hermanos a quienes les escribe, Santiago quiere que comprendan el poder restaurador de la Escritura. Su mensaje en esta porción de la carta es simple: si la Palabra de Dios fue el instrumento usado por Dios para mostrarnos el camino de salvación (Santiago 1:18), es también el instrumento divino para regular y transformar nuestro comportamiento (Santiago 1:22). La premisa es sencilla, los verdaderos creyentes caminan en obediencia a la ley de Dios y su verdad. En los siguientes versículos veremos la actitud correcta al escuchar la Palabra y cómo responder adecuadamente a ella. Además, reafirma que la verdadera lealtad a Dios se muestra por medio de la obediencia a su Palabra. Santiago quiere diferenciar entre los que se llaman creyentes y los que verdaderamente son discípulos de Cristo. Las palabras de esta carta deben producir dos efectos: nos reafirmamos en la realidad de nuestra fe o respondemos en arrepentimiento por haber vivido una fe vacía. Recordemos que el árbol es probado por su fruto (Mateo 7:17-19). Examinemos nuestras vidas y comprobemos si estamos viviendo una fe genuina o una fe fingida. 2. Prontos para oír – El contexto del pasaje nos muestra que Santiago está hablando de la relación del creyente con la Palabra de Dios. Por lo tanto, el creyente debe prestar atención a la enseñanza de la Palabra de Dios. El verbo “oír” en el original griego está escrito es lo que se conoce como un verbo infinitivo. Esto sugiere que oír debe ser una actitud permanente de todo verdadero creyente. Esto nos enseña que debemos tener una disposición para recibir la Palabra y someternos a ella. David, Jesús y Pablo nos muestran la importancia que la Palabra de Dios tiene en nuestras vidas. Para David: es lámpara y lumbrera (Salmo 119:105); para Jesús: lo señalan a Él que les da vida eterna (Juan 5:39); para Pablo: es útil para instruirnos (2 Timoteo 3:16). La Palabra de Dios es vital para el crecimiento y desarrollo del discípulo de Cristo. Es interesante que Santiago utiliza la expresión “pronto”, el pastor John Mc Arthur dice que es como si Santiago nos exhortara a correr hacia la Palabra de Dios. Por lo tanto, cuando enfrentes pruebas, corre a la Palabra de Dios. Cuando enfrentes tentaciones, corre a la Palabra de Dios. Seamos prontos para oír la Palabra de Dios. Algunos comentaristas afirman que Santiago nos recuerda un aspecto importante de la sabiduría judía, la importancia de escuchar más y hablar menos. La persona capaz de abrir sus oídos y refrenar sus labios tiende a accionar con más prudencia y sabiduría. La cultura judía consideraba la virtud de escuchar con atención, como una característica de los sabios. Por lo tanto, debemos ser diligentes no solo al escuchar la Palabra de Dios, sino escuchando con más detenimiento a nuestros semejantes. (Proverbios 17:27-28; 11:12-13; 13:3). Seamos sabios y no necios. 3. Tardo para hablar – El creyente debe prestar mucha atención a lo que escucha, pero debe tomar tiempo antes de hablar. Algunos, en vez de escuchar la Palabra con atención, están deseosos por hablar y comunicar; quieren ser maestros, pero no discípulos. La realidad es que la exhortación es a meditar y pensar antes de abrir nuestras bocas. Muchas veces, antes de digerir y asimilar lo aprendido, corremos a proclamarlo. Nuestra vida debe estar caracterizada por la prudencia. Cuando somos ligeros de palabra, no solo mostramos inmadurez, sino que detenemos nuestro crecimiento espiritual. La actitud nuestra hacia Dios debe ser escucharle por medio de la Biblia y pacientemente esperar el momento de expresarnos. Eclesiastés 5:2 declara: “No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras”. Recordemos que Santiago nos está mostrando cuál es la relación del cristiano con la Palabra de Dios y quiere que nos enfoquemos en obedecerla. Por lo tanto, para obedecer la Palabra debemos primero escucharla con detenimiento. El llamado es a ser como María y estar dispuestos a sentarnos a los pies del Maestro y nutrirnos de Él (Lucas 10:39). 4. Obrando la justicia de Dios – Nunca obraremos la justicia de Dios si somos llevados o guiados por nuestra ira. La palabra “ira” era utilizada para denotar “hostilidad” o “rebeldía”. La ira humana no puede producir un comportamiento que agrade a Dios. Si no nos sentamos a escuchar la Palabra y a nutrirnos de ella, obraremos en nuestra propia justicia y no en la justicia de Dios. Cuando operamos basándonos en nuestra propia justicia los resultados son nefastos. Solo el Espíritu Santo, obrando juntamente con la Palabra, llevará nuestras emociones a actuar bajo la base del amor y la misericordia de Dios. Por eso el apóstol Pablo le recalca a la iglesia en Galacia la importancia del Fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-24). La pregunta es: “¿que está regulando nuestra conducta: la verdad de Dios o los parámetros del mundo? (Romanos 12:2, 17-20). Es importante notar que Santiago nos está dejando ver claramente el proceso que debe ocurrir en nuestras vidas, escuchar con el fin de obrar. Si escuchamos la Palabra de Dios, obraremos la justicia de Dios. Si no escuchamos lo correcto responderemos, no de acuerdo a la verdad de Dios, sino conforme a las obras de nuestra carne (1 Corintios 3:1-7). 5. Desechando y recibiendo – El pasaje bíblico nos dice que “desechemos toda inmundicia”. La frase es una que vemos consistentemente en el Nuevo Testamento (Efesios 4:22-24, Colosenses 3:8, Romanos 13:12, 1 Pedro 2:1). “Desechar” implica “desvestirnos”, “quitarnos todo aquello que no es cónsono con la verdad de Dios”. Debemos desvestirnos de lo contrario para vestirnos de la verdad y la justicia de Dios. Es importante reconocer que lo primero que Dios hace en nosotros, por medio de su Espíritu, es poner en nuestros corazones un deseo de cambiar, de no continuar más en esa clase de vida. La segunda parte del versículo nos indica lo que debemos recibir, la Palabra que ha sido implantada. Santiago nos señala la actitud correcta a la hora de recibir la Palabra. La Palabra debe ser recibida con mansedumbre y humildad de corazón. Cuando se adentra en lo profundo de nuestros corazones somos verdaderamente transformados y, por consiguiente, produce salvación para nuestras almas. Esta salvación a la que Santiago se refiere no es nuestra salvación pasada, está hablando de nuestro presente y aún de nuestro futuro. 6. Sed hacedores – El resultado que debe producir el oír la palabra de Dios es simple: hacer lo que la Escritura nos ordena. Solo cuando somos hacedores de la Palabra es que mostramos un fe genuina capaz de soportar los embates de la vida (Mateo 7:24-29).

Hacedores de la palabra - Parte 2

Josué Cáceres

La fe genuina y la verdadera religión

Juan Cáceres

Tema: La fe genuina y la verdadera religión “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. 27La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.” Santiago 1:26-27 Introducción: En este capítulo de Santiago aprendimos que Dios usa las pruebas y adversidades para madurar nuestro carácter. También aprendimos que la fe genuina del creyente enfrenta las tentaciones y su resultado es firmeza y bendiciones de parte de Dios. Finalmente, Santiago nos enseña que cuando el creyente de fe viva se enfrenta a la Palabra de Dios, el resultado es frutos que glorifican a Dios. Somos llamados a ser hacedores y no solo oidores de la Palabra. 1. El hacedor de la Palabra evidencia el fruto de la Palabra en la práctica de su religión (Santiago 1:26-27) – Las palabras “religión” y “religioso” manifiestan un sentido negativo para muchas personas, pues en nombre de la religión se han perseguido, asesinado y realizado masacres. Los cristianos evangélicos insistimos en que tenemos una “relación” con Dios y no una “religión”. Decimos que “religión” es el hombre tratando de alcanzar a Dios, pero “salvación” es Dios alcanzándonos a nosotros a través del sacrificio completo de Jesucristo en la cruz del Calvario. Esto es muy cierto en relación con nuestra salvación. La palabra “religioso” significa “manifestar fiel devoción a una deidad máxima reconocida”. El concepto bíblico de “piedad” es similar, pero la “deidad” es únicamente el Señor. “Piedad” se define como “Virtud que inspira, por el amor a Dios, tierna devoción a las cosas santas, y, por el amor al prójimo, actos de amor y compasión”. El Diccionario de la Real Academia Española define “religión” como “Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto. Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido. Profesión y observancia de la doctrina religiosa”. La palabra “religión” se usa cuatro veces en el Nuevo Testamento, dos en Hechos (25:19; 26:5) y aquí en Santiago 1:26 y 27. En las primeras dos se refiere al judaísmo, la religión de los judíos. Santiago dice que así como no es suficiente ser “oidor de la Palabra”, tampoco es decir que uno es religioso; es necesario demostrarlo de una manera genuina y correcta. La enseñanza concreta del pasaje no se centra en una prohibición de la práctica religiosa, sino en una demostración cabal de la misma. Santiago no está diciendo que ser religioso es pecaminoso. Para Santiago, ser religioso significa vivir una ética que armonice con las demandas de la Palabra de Dios. El que solo habla de su religión sin vivirla a través de hechos concretos está practicando una religión vacía y engañando a su propia persona. 2. Refrena su lengua (Santiago 1:26) – Nuevamente Santiago toca el tema de la lengua, tal como en 1:19, el cual estudiaremos más a fondo en el capítulo 3. La imagen es la de un jinete y su caballo. Nosotros somos el jinete y la lengua es el caballo. El mandato que debemos oír por encima del ruido de la cabalgadura es: “¡Jinete, controla tu cabalgadura!” Santiago no se anda con rodeos. Si no controlamos la lengua, la religión es “vana”, “vacía”, “no sirve de nada”. Veamos algunos versos sobre la lengua: Proverbios 12:18 (“Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina”); Proverbios 20:19 (“El que anda en chismes descubre el secreto; no te entremetas, pues, con el suelto de lengua”); Salmo 15:3 (“El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino”); 1 Pedro 3:10 (“Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño”). Aquí hay una manera práctica de que estamos siendo hacedores de la Palabra. Escuchemos lo que hablamos; escuchemos nuestras conversaciones. Escuchemos nuestros chistes. Recuerda que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Efesios 4:29 NBLH dice: “No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala (corrompida), sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan”. 3. La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre - Seguramente muchos de los lectores eran gente religiosa, seguramente habían practicado por muchos años el judaísmo hasta que conocieron el evangelio de Jesucristo. Los escribas, fariseos y rabinos habían añadido tradiciones y doctrinas de hombre al judaísmo. Habían hecho de su religión un fin y no un medio para glorificar a Dios. Santiago enfatiza en una religión pura y sin mancha, libre de contaminación. No es el hombre quien determina si una práctica religiosa es correcta; Dios es quién lo determina. Santiago menciona dos manifestaciones prácticas de “la religión pura y sin mancha”: (1) “visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones”, y (2) “guardarse sin mancha en el mundo”. El Salmo 68:5 declara: “Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en su santa morada”. Santiago mencionó a las dos clases de personas de su sociedad más privados de derechos y de esperanza, las más vulnerables. Las viudas y los huérfanos eran oprimidos y explotados. Habla de cuidar y aliviar sus tribulaciones. Vemos esa compasión de Santiago en su pedido a Pablo cuando se encontraron en Jerusalén y que Pablo cita en Gálatas 2:10 – “Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer”. La verdadera religión se muestra en nuestras relaciones con los demás. Si queremos saber si somos hacedores de la Palabra, escuchemos lo que decimos de los que están en necesidad y cómo tratamos a las personas en necesidad. La fe genuina muestra el amor, la compasión, la misericordia y la gracia extendida hacia los necesitados. “Guardarse sin mancha” tiene que ver con la pureza personal. Significa “libre de censura”, “intachable”, “libre de todo vicio”. La expresión “del mundo” señala hacia la fuente de contaminación. La referencia no es al mundo físico, sino al sistema que opera en el mundo. Los creyentes estamos en el mundo, pero no pertenecemos al mundo (Juan 17:11,16). Nuestra vida debe reflejar a Cristo y Su Palabra. Santiago amplía estos tres temas en los siguientes capítulos.

La imparcialidad De Dios y el amor al prójimo

Josué Cáceres

Tema: La imparcialidad de Dios y el amor al prójimo “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” Santiago 2:5 1. La imparcialidad de Dios (Santiago 2:1 - “Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas.”) – Cuando pensamos en los atributos de Dios, hablamos de sus características, su naturaleza. Inmediatamente viene a nuestra mente el amor de Dios, su justicia, su santidad, su omnipresencia, su gracia, misericordia y su soberanía. Estos son solo algunos de los atributos que Dios nos revela por medio de la Escritura. Sin embargo, pocas veces pensamos en el atributo de la imparcialidad de Dios. Santiago va a mostrarnos que un verdadero creyente no juzga por las apariencias externas ni muestra favoritismo. Santiago 2:1 NVI dice: “Hermanos míos, la fe que tienen en nuestro glorioso Señor Jesucristo no debe dar lugar a favoritismos”. Recordemos que Santiago está estableciendo la evidencia de una fe verdadera, la fe genuina se muestra en que somos hacedores de la Palabra (Santiago 1:23) y que practicamos una verdadera religión (Santiago 1:27). Ahora Santiago introduce otro elemento importante que debemos mostrar como discípulos de Cristo, el que podamos ser imparciales. Debemos ser imparciales porque Dios es imparcial. En 2 Crónicas 19:7 dice: “Por eso, teman al SEÑOR y tengan cuidado con lo que hacen, porque el SEÑOR nuestro Dios no admite la injusticia ni la parcialidad ni el soborno”. Deuteronomio 10:17-19 también nos habla de la imparcialidad de Dios: “Porque el SEÑOR tu Dios es Dios de dioses y Señor de señores; él es el gran Dios, poderoso y terrible, que no actúa con parcialidad ni acepta sobornos. 18 Él defiende la causa del huérfano y de la viuda, y muestra su amor por el extranjero, proveyéndole ropa y alimentos. 19 Así mismo debes tú mostrar amor por los extranjeros, porque también tú fuiste extranjero en Egipto. Dios no es como nosotros. Nosotros tendemos a evaluar y clasificar la gente basándonos en lo externo; Dios mira el corazón (1 Samuel 16:7). La imparcialidad de Dios es un gran atributo suyo porque nos muestra su gran amor, justicia y fidelidad. Nos enseña que somos salvos, no por méritos humanos o por alguna otra cosa, sino porque simplemente Él nos amo primero (1 Juan 4:19). 2. La fe verdadera no hace acepción de personas - Naturalmente tendemos a hacer distinción de personas. Basta con examinar nuestras propias vidas y descubriremos que de una manera u otra hemos fallado en este punto. Aunque escuchamos a muchos hoy hablar de no discriminar, la realidad es que los mismos que claman por la no discriminación, no son tolerantes con los que piensan de una manera distinta a ellos. Es la intolerancia de la tolerancia, donde abrazo al que me agrada y rechazo al que no. Sin embargo, este paradigma mundano no es consonó con el llamado bíblico. Santiago está diciendo: “no puedes decir que crees en Cristo y la vez hacer distinción entre las personas por su apariencia externa”. La Escritura declara en Levítico 19:15: “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo”. El mensaje es simple: no puedo escoger a quién amar y mostrar favoritismo porque esa es una actitud contraria a Dios y su Palabra. Cuando mostramos favoritismo estamos siendo semejantes al intérprete de la ley que quería que Jesús le contestará quién era su prójimo (Lucas 10:25 al 37). Aquel intérprete estaba procurando una excusa para su parcialidad y favoritismo. La respuesta de Jesús a este hombre, sigue estando vigente para nosotros: debemos amar a nuestro prójimo, debemos aún amar a nuestros enemigos (Mateo 5:44). El apóstol Juan, lidiando con este mismo problema en la iglesia, escribe contundentemente, en su primera carta, que no podemos decir que amamos a Dios a menos que amemos a nuestro prójimo (1 Juan 4:20). 3. La compasión hacia los más necesitados (Santiago 2:2-4 – “Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, 3 y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; 4¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?” – Aquí Santiago utiliza una ilustración para mostrar esta falla: el favoritismo en la Iglesia. En su ilustración él describe a un hombre con anillo de oro y ropa espléndida. En la antigüedad, el hecho de que el hombre llevaba un anillo de oro era evidencia de que era un hombre adinerado. Pero Santiago también describe a otro hombre con ropas andrajosas. La imagen es de un hombre que tiene que mendigar para su sustento. Ambos entran a la reunión, pero los hermanos actúan con favoritismo al rico y con menosprecio al pobre. La iglesia debe mostrar el carácter de Dios. La Iglesia es el lugar donde las distinciones humanas no importan porque lo que importante es todos hemos sido lavados y redimidos por la Sangre de Cristo (Apocalipsis 5:9-10). Santiago les dice que cuando actúan con favoritismo están juzgando incorrectamente (Santiago 2:5). Como hijos de Dios debemos saber que se nos llama a tratar con justicia y dignidad a todos los seres humanos, sin importar su clase social. Jesús nos da el ejemplo cuando puede sentarse a hablar con Nicodemo, pero también lo hace con la samaritana en el pozo. Jesús podía ir a casa de Zaqueo, pero también podía acercarse a la mujer adultera y mostrarle su gracia y misericordia. El problema de esta iglesia en particular, a la que Santiago le escribe, es que estaba perdiendo la oportunidad de mostrar al mundo el gran amor de Dios al menospreciar al pobre. Las Escrituras nos exhortan continuamente a cuidar y defender la causa del necesitado (Proverbios 21:13, 28:27, 31:9). El paradigma del evangelio no es que menospreciemos a los demás, sino que los consideremos como superiores a nosotros mismos (Filipenses 2:3b). Esto lo que quiere decir es que tomemos como nuestra la causa del necesitado y entendamos las oportunidades que Dios nos da para mostrar su amor y misericordia. La realidad es que ambos el rico y el pobre debían haber ocupado un lugar similar en la reunión, porque eran vidas que iban a ser expuestas al evangelio. 4. Pobres en este mundo, pero ricos en fe y herederos del reino (Santiago 2:5 – “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” – Cuando estudiamos la historia de la Iglesia primitiva nos daremos cuenta que estaba compuesta por gente considerada común. Gran parte de la Iglesia era gente de escasos recursos o de baja clase social. El apóstol Pablo conociendo esta realidad declara que Dios escogió lo vil y menospreciado (1 Corintios 1:26-28). Santiago les recuerda a los creyentes, que los pobres en este mundo, al estar en Cristo, son ricos en fe y poseen una herencia. Como Iglesia debemos pensar y actuar conforme la Escritura lo demanda, debemos vivir para glorificar a Dios y agradarle solo a Él, al igual que Dios debemos ser compasivos, amorosos e imparciales, dando de Gracia lo que por gracia hemos recibido.

La fe viva produce imparcialidad

Juan Cáceres

Tema: La fe viva produce imparcialidad “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; 9 pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores.” Santiago 2:5 1. La fe viva produce imparcialidad – Santiago nos muestra que la fe genuina y el favoritismo no mezclan. Siguiendo el pensamiento del primer capítulo, el favoritismo viene con la contaminación del mundo que no toma en cuenta a Dios. Como escribe en Santiago 1:27b NTV: “no dejar que el mundo te corrompa”. Mientras más mundanos somos, menos percibimos el favoritismo. Quiéralo o no, está presente. Una relación más estrecha con Cristo y Su Palabra nos llevarán a darnos cuenta de esos prejuicios y ponerlos en las manos de Dios y rendirnos ante Él para que el Espíritu Santo nos transforme cada día más a la imagen de Cristo (2 Corintios 3:18 NTV – “Así que, todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen”). 2. Escuchen, mis queridos hermanos (Santiago 2:5 – “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?”) – Santiago llama la atención a sus lectores u oidores de la carta en un sentido de urgencia. Al mismo tiempo mantiene su tono pastoral demostrando su gran equilibrio didáctico y su amor pastoral. Nuevamente usa una pregunta retórica de la que se espera una respuesta positiva. Dios ha hecho la elección en conformidad con su soberana voluntad. Pablo lo expresó en 1 Corintios 1:26-29 NTV, “Recuerden, amados hermanos, que pocos de ustedes eran sabios a los ojos del mundo o poderosos o ricos cuando Dios los llamó. 27 En cambio, Dios eligió lo que el mundo considera ridículo para avergonzar a los que se creen sabios. Y escogió cosas que no tienen poder para avergonzar a los poderosos. 28 Dios escogió lo despreciado por el mundo —lo que se considera como nada— y lo usó para convertir en nada lo que el mundo considera importante. 29 Como resultado, nadie puede jamás jactarse en presencia de Dios”. Dios escoge para Su gloria. La elección divina es desde antes de la fundación del mundo y es en amor (Efesios 1:3-8 NTV, “Toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en los lugares celestiales, porque estamos unidos a Cristo. 4 Incluso antes de haber hecho el mundo, Dios nos amó y nos eligió en Cristo para que seamos santos e intachables a sus ojos. 5 Dios decidió de antemano adoptarnos como miembros de su familia al acercarnos a sí mismo por medio de Jesucristo. Eso es precisamente lo que él quería hacer, y le dio gran gusto hacerlo. 6 De manera que alabamos a Dios por la abundante gracia que derramó sobre nosotros, los que pertenecemos a su Hijo amado. 7 Dios es tan rico en gracia y bondad que compró nuestra libertad con la sangre de su Hijo y perdonó nuestros pecados. 8Él desbordó su bondad sobre nosotros junto con toda la sabiduría y el entendimiento”). El hombre no posee derechos personales que influyan en la elección. En contraste con la actitud de parcialidad en la ilustración de los versos 2 al 4, Santiago presenta el actuar de Dios en la elección. No significa que todos los pobres serán salvos, pero sí asegura que la pobreza no los coloca en desventaja espiritual en comparación con el rico. La elección para salvación se debe a un favor inmerecido, la gracia de Dios. Estos pobres no son ricos en fe a causa de su pobreza, sino por la elección de Dios. Aunque no tienen los bienes materiales de los poderosos han sido enriquecidos en los tesoros celestiales y con el don precioso de la salvación. De modo que son poseedores de lo que no se puede comprar con oro o plata (1 Pedro 1:18-20 – “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,”). 3. Una actitud incongruente (Santiago 3:6-7 NTV – “¡Pero ustedes desprecian a los pobres! ¿Acaso no son los ricos quienes los oprimen a ustedes y los arrastran a los tribunales? 7 ¿Acaso no son ellos los que insultan a Jesucristo, cuyo noble nombre ustedes llevan?”) – Es como si dijera: “Dios hizo esto, pero ustedes han hecho esto otro”. En el acto de descortesía y discriminación habían demostrado una actitud de desprecio hacia el hombre pobre. Aquellos que Dios “ha elegido”, han sido “deshonrados” por los que profesan conocer a Dios. El maltrato no había sido físico, pero sí moral, emocional y espiritual. Pablo afirma que el amor al dinero es la raíz de todos los males (1 Timoteo 6:10 – “porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”). Es importante mencionar que la riqueza en sí misma no es pecado y la Biblia registra hombres ricos piadosos, como Abraham, Job, Bernabé, José de Arimatea y otros. Las riquezas deben usarse para glorificar a Dios y no para oprimir a los pobres (1 Timoteo 6:17 –“A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”). Dios no condena al rico por ser rico, sino por ser injusto y falto de misericordia hacia los pobres y por adorar sus riquezas. En resumen, Santiago afirma que el creyente debe practicar la imparcialidad porque armoniza con los propósitos electivos de Dios. 4. La práctica de la imparcialidad es congruente con las Escrituras (Santiago 1:8-9 – “Por supuesto, hacen bien cuando obedecen la ley suprema tal como aparece en las Escrituras: «Ama a tu prójimo como a ti mismo»; 9 pero si favorecen más a algunas personas que a otras, cometen pecado. Son culpables de violar la ley.”) – Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento enseñan que Dios no hace acepción de personas (Hechos 10:34-35 – “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, 35 sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia”). Tanto el judío como el gentil, al momento de creer, es bautizado por el Espíritu en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia (Efesios 2:11-22). Es sobre esta base que Santiago exhorta a practicar la imparcialidad. Santiago citó Levítico 19:18 (“No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.”). Jesús enseñó que toda la ley y los profetas dependen del cumplimiento de los dos primeros mandamientos (1) amar a Dios, y (2) amar al prójimo (Marcos 12:29-31 – “Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. 31 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos”).

La misericordia triunfa sobre el juicio

Josué Cáceres

Tema: La misericordia triunfa sobre el juicio “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.” Santiago 2:13 Introducción – Los versos que hemos estudiado por las pasadas dos semanas y la porción que estudiaremos en esta mañana (Santiago 2:10-13) sirven como preámbulo a una de las porciones más malentendidas y malinterpretadas de la Escritura. Por lo tanto, es necesario que estudiemos con cuidado este pasaje con el fin de desarrollar un claro contexto y entender lo que Santiago y, por supuesto, Dios nos quieren comunicar. Si ignoramos el contexto de la porción bíblica podremos cometer el error común de querer acomodar el texto a mis ideas y no mis ideas al texto. Recuerde que la Palabra de Dios es viva es eficaz (Hebreos 4:12) y nos comunica el carácter del Santo y Glorioso Dios. Sin embargo, somos nosotros, los que necesitamos, diariamente, someter nuestra mente a una transformación que ocurre por medio de nuestra exposición a la Escritura (Romanos 12:2, Salmo 119:105). 1. Transgresores de la ley – En Santiago 2:9 se nos enseña que si hacemos acepción de personas somos transgresores de la ley. En el verso 10 Santiago va a recalcar la gravedad de nuestra condición. Santiago 2:10 nos enseña: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. Para ser un transgresor de la ley el hombre no tiene que desobedecer muchas leyes; solo tiene que desobedecer una. La ley de Dios es un todo y demanda obediencia total (Deuteronomio 28:1; 28:15). En Mateo 5:19-20, Jesús declara: “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. 20Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Debemos entender que somos transgresores de la ley. Romanos 3:9-20 nos enseña que no podemos ser justificados por las obras de la ley. Dios demanda obediencia total, cada vez que tú y yo fallamos contra Dios o contra nuestro prójimo estamos fallando en amar a Dios con todo nuestro corazón, nuestra mente, nuestra alma y con todas nuestras fuerzas y, como consecuencia, no amamos a nuestro prójimo. Ante esta realidad pueden surgir dos respuestas en el corazón del hombre. a. Pensar que nuestra obediencia parcial es suficiente – Muchos creyentes, al igual que los fariseos, no ven la ley de Dios como un todo. Piensan que poseen el derecho de escoger qué van a obedecer y qué no van a obedecer. El profesor Hiebert comenta sobre estos versículos lo siguiente: “Nuestra obediencia a la voluntad de Dios no puede hacerse sobre una base selectiva; no podemos escoger la parte que nos agrada y descartar el resto. La voluntad de Dios no es fragmentaria; toda la ley es una expresión de Su voluntad para Su pueblo; constituye un gran todo.” Santiago 2:11 lee: “Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.” Santiago nos quiere mostrar que la obediencia requerida es total y nosotros hemos fallado en obedecer. Jesús, al interpretar correctamente la ley, nos enseña dónde se origina el pecado y cuándo comenzamos a fallar (Mateo 5:21-48). El corazón del hombre es el lugar donde primero el hombre falla (Mateo 15:19). Por lo tanto, la obediencia parcial no es suficiente, la ley de Dios requiere obediencia total. b. Comprender la necesidad de un Salvador – Si entendemos que somos transgresores y que no podemos salvarnos, entonces entendemos la necesidad de ser justificados. La justificación solo puede ser provista por Aquél capaz de vivir una obediencia perfecta. Somos justificados por fe solamente, en Cristo solamente y por Gracia solamente. Juan exclamó que Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). El escritor de Hebreos lo describe como un sumo sacerdote sin pecado (Hebreos 4:15). Somos justificados, no por nuestras acciones, sino por la fe en nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1-2). El verdadero creyente entiende que la paga del pecado es la muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 6:23). 2. Hablad y haced (Santiago 2:12 - “Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.”) - Santiago nos vuelve a recordar la importancia de ser hacedores de la Palabra (Santiago 1:22-25). Por eso dice: hablen y hagan teniendo en cuenta que un día serán juzgados. Es lo que Pablo expresa en 2 Corintios 5:10. Douglas J. Moo comenta sobre Santiago 2:12 y nos dice: “debemos comprender que el ser aceptados por la gracia de Dios no anula nuestra obligación de obedecerle, lo que hace es que establece un nuevo fundamento para la obediencia. Esta obligación la tomamos con gozo, ya que se establece en la ley de la libertad, la cual nos ha concedido los ser liberados de la pena del pecado y nos ha concedido el poder, por medio del Espíritu Santo, de obedecer su voluntad.” Muchos ven la ley de Dios como una restricción, pero la verdadera libertad no esclaviza, por el contrario nos protege. 3. La misericordia triunfa (Santiago 2:13 - “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”) – Santiago comienza el verso 13 con una advertencia a aquellos que están haciendo acepción de personas. Les advierte que si continúan actuando de esa manera al final de sus días encontrarán un juez “sin misericordia”. Recuerde que Jesús dijo que “Bienaventurados son los misericordiosos” (Mateo 5:7). Sin embargo, debemos aclarar: “Santiago no está diciendo que la mostrar misericordia hacia el hombre, procuramos la misericordia de Dios. Eso haría de la salvación un producto del mérito humano y negaría todo el mensaje de las Escrituras. Lo que Santiago quiere decir es que al dejar de mostrar compasión hacia nuestros semejantes, manifestamos nuestra completa carencia del carácter cristiano.” Santiago no termina el verso con una nota negativa, sino de esperanza. Declara que la misericordia triunfa sobre el juicio. La misericordia triunfa porque muestra al Dios que servimos y honramos. Dios es el Padre de misericordia. Cuando nosotros expresamos misericordia reflejamos la misericordia que nos ha sido concedida. Entonces no estamos siendo selectivos en nuestra obediencia, sino que nuestras buenas obras dan testimonio del buen Dios que nos ha salvado, justificado y redimido (Mateo 5:16 – “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”).

El fruto de la fe genuina: Las buenas obras

Josué Cáceres

Tema: El fruto de la fe genuina: las buenas obras “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” Santiago 2:17 Introducción – Al considerar este pasaje de la carta de Santiago, y cualquier otro pasaje de la Escritura, debemos mirar con detenimiento cada detalle y frase en el mismo. No hacer este ejercicio (exégesis) puede conducirnos a errores crasos en nuestro entendimiento del mismo. El capítulo 2 de Santiago, específicamente los versos 14 al 26, es uno que necesita ser escudriñado ya que está porción ha sido causa de un sinnúmero de malentendidos. Solo a través de este ejercicio y guiados por el Espíritu Santo comprenderemos la riqueza teológica y práctica que este pasaje brinda a nuestras vidas. 1. “Si alguno dice” (Santiago 2:14 - “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”) - Santiago quiere que entendamos que de nada es provechoso para el hombre decir que tiene fe (Santiago 2:14). La mera profesión de fe en sí misma no produce nada en la vida del hombre, es la posesión de la fe lo que nos hace nuevas criaturas en Cristo. El apóstol Pablo nos enseña en Romanos 10:10 que una verdadera profesión nace de un corazón que ha creído. Sin embargo, Santiago no está hablando de alguien que verdaderamente cree, él habla de alguien que “dice que cree”. Está haciendo un contraste entre la fe verdadera y la fe falsa a través de su carta y en estos versos continúa haciendo lo mismo. Para esto genera una pregunta: “¿Podrá alguien decir que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Podrá esa fe salvarle?” La respuesta de Santiago es: “por supuesto que no”. La fe que salva siempre viene acompañada de frutos y ese fruto son buenas obras. Desde este versículo en adelante él va a mostrar que es imposible mostrar la fe genuina sin obras. Juan Calvino decía: “La fe sola justifica, pero la fe que justifica no está sola”. Jesús mismo expresó que seríamos conocidos por nuestros frutos (Lucas 6:43-45, Mateo 12:33). 2. La fe muerta – Uno de los aspectos más importantes que nos enseña la Escritura, y este pasaje, es la posibilidad de engañarnos a nosotros mismos. En Santiago 1:22 vemos que si solamente oímos, pero no ponemos en práctica la Palabra, no somos verdaderos discípulos. Jesús mismo enfatiza este punto en Mateo 7:16-29 y nos muestra que la fe que justifica siempre viene acompañada de fruto. Sin embargo, una fe que no produce frutos es una fe muerta, o sea, una fe que no puede hacer nada. La advertencia de Santiago es importante porque muestra la condición de muchos creyentes hoy día. Mucha gente se reúne semana tras semana en una congregación, pero lo hacen de manera engañosa. Se engañan ellos mismos al creer que escuchar la Palabra o afirmar que tienen fe es una evidencia de su salvación. Si esta fe no los lleva a vivir y hacer lo que han escuchado o creído, entonces esa fe es muerta. La verdadera fe es evidenciada por la transformación que ocurre en nuestras vidas: somos hechos nuevas criaturas (2 Corintios 5:17), nuestro deseo es vivir para Dios y hacer su voluntad (Romanos 14:8), es manifestar el fruto de Su Espíritu en nuestra vida (Gálatas 5:22-23). 3. Las características de una fe muerta - podemos identificar tres características de una fe muerta. La primera, la cual acabamos de estudiar, es hacer una profesión vacía. Es afirmar que creemos, pero no mostrarlo por medio de nuestras acciones (obras). La segunda característica de una fe muerta es la falta de amor o compasión por los demás. Esto es lo que aprendemos al leer los versos 15 y 16 de este capítulo. El pasaje nos habla de alguien que tiene conocimiento de la necesidad de un hermano o hermana. Está necesidad es apremiante, ya que Santiago describe a una persona indigente, esto es, con muy poca ropa y sin el alimento de ese día. La respuesta del que posee una fe muerta es inútil: solo les exhorta a que vayan y consigan lo que necesitan, pero no les provee nada. Al igual que en el verso 14, Santiago hace una pregunta anticipando una respuesta negativa: “¿de qué le aprovecha esto, el decir ve en paz y calentaos y saciaos, al hermano en necesidad?” Más que nada, Santiago quiere resaltar la falta de compasión de aquellos que menosprecian al necesitado y muestran favoritismo hacia los de mejor condición social. Un verdadero discípulo entiende que la fe se muestra por medio del amor (Gálatas 5:6 NTV) y esto queda manifestado en su vida por un deseo de ayudar a los demás, o sea, a nuestro prójimo (Lucas 10:27). En Mateo 25:31-46, Jesús mismo recalca la importancia de una fe que se evidencia por medio de buenas obras. Son esas obras las que evidencian quiénes son ovejas (fe genuina) y quiénes son cabras (fe muerta). Como bien dice Evis Carballosa en su comentario: “la fe muerta no solo revela su inutilidad, sino que muestra que quien reclama poseerla también está muerto espiritualmente (Santiago 2:17). Sin embargo, la fe genuina es como un árbol frutal, usted no le añade el fruto al árbol, el fruto es parte de su esencia, la fe genuina siempre produce obras buenas.” 4. Mostrando la fe por las obras – Santiago utiliza una forma literaria común, la diatriba, para presentar la tercera característica de una fe muerta. Esta forma de argumentar presenta una forma de diálogo en el que se presentan objeciones. La tercera característica de una fe muerta es tener una convicción superficial. El error es pensar que la fe y las obras son algo inseparable, es como si ellos pensaran en la posibilidad de poseer la verdadera fe sin evidenciarla por medio de frutos (v.18). Las obras son inseparables de la fe genuina porque son el resultado de ella. El apóstol Pablo en la carta a los Efesios nos muestra como hemos sido salvados (Efesios 2:1 al 9), pero también nos muestra que el propósito de nuestra salvación (Efesios 2:10) es caminar en las buenas obras que Dios ya preparó para nosotros. Santiago, entonces pide algo imposible de realizar, muéstrame tu fe sin tus obras. No hay manera de mostrar que alguien posee la fe genuina si no vemos una evidencia externa de la obra interna que Dios está realizando. Por el contrario, sí podemos mostrar la genuinidad de nuestra fe por medio de nuestro fruto, al decir: “te mostraré mi fe por mis obras”. Es como si Santiago aludiera a las palabras del Sermón del Monte cuando Jesús dice que debemos ser sal y luz, para que los hombres, al ver nuestras buenas obras, glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos (Mateo 5:16). La falta de buenas obras muestra la superficialidad de nuestras convicciones. Santiago dice que podemos afirmar que Dios es uno y aún no poseer la fe genuina, porque también los demonios creen y tiemblan (Marcos 1:23-24; 5:1-7). Puedes decir que crees en Dios y que sabes que eres un pecador, pero si esa convicción no viene acompañada de arrepentimiento y transformación, es superficial, no es genuina, porque la fe sin obras es muerta. 5. Examinando nuestras vidas - El propósito de Santiago es que examinemos nuestras vidas y abracemos la verdadera fe. Que no sigamos engañándonos, como Simón el mago (Hechos 8:9-25) y aquellos hacedores de maldad (Mateo 7:21-23), sino que con corazones arrepentidos volvamos al evangelio y seamos justificados por nuestra fe en nuestro Señor Jesucristo. Comprendamos que somos justificados por la fe en Cristo solamente, pero la fe que justifica nunca está sola, siempre produce frutos de justicia.

Manifestando la fe genuina por medio de la obediencia

Josué Cáceres

Tema: Manifestando la fe genuina por medio de la obediencia “Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios” Santiago 2:17 Introducción – Al continuar nuestro estudio del capítulo dos de Santiago (Santiago 2:14 al 26) debemos recordar que el objetivo del escritor es diferenciar la fe viva de la fe muerta. Es separar a aquellos que hacen una mera profesión de fe, de aquellos que poseen la verdadera fe. Para esto Santiago ha mostrado que una fe que no produce ningún fruto es una fe estéril, inútil. Como bien expreso Jesús: “por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). Es importante recordar que Santiago (Santiago 2:24) y Pablo (Romanos 3:20, Romanos 4:2-5, Gálatas 2:16) dan la apariencia de que se contradicen, pero un estudio minucioso del texto nos mostrará lo contrario. Ambos tienen un propósito definido cuando escriben sus respectivas cartas y ambos entienden la importancia de mostrar la genuinidad de nuestra fe. Como bien expresa Juan Calvino sobre este tema cuando dice: “Ambos, Santiago y Pablo, comprenden que la fe sola justifica, pero la fe que justifica nunca está sola”. Jesús habla sobre esto cuando enseña a sus discípulos sobre la vid verdadera. Él nos muestra que no es pámpano el que está conectado externamente (Juan 15:2), sino el que está conectado internamente y por consiguiente produce fruto (Juan 15:5,6, 8). 1. Hombre vano (Santiago 2:20- “¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?”) – Santiago continúa argumentando sobre la fe muerta Ahora llama “hombre vano” a aquel que profesa una fe vacía o muerta. Está expresión “vano” quiere decir “terco” o “ignorante”. Él le va a explicar a estos ignorantes que la fe genuina siempre viene acompañada de buenas obras. Su argumento es simple, la fe bíblica no existe separada de actos de obediencia a Dios. 2. El ejemplo de Abraham – Santiago utiliza a Abraham como ejemplo de una fe genuina (Santiago 2:21-24: “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? 23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. 24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. ”). Nos dice que Abraham fue justificado por las obras cuando ofreció a Isaac su hijo en el altar. Luego menciona que la fe actúo juntamente con las obras y se perfeccionó por ellas. Por último menciona el momento en que Abraham cree y le es contado por justicia como evidencia de que el hombre es justificado por las obras y no solo por la fe. Examinemos cada una de estas expresiones, a la luz de la Escritura, y veamos que la intención de Santiago no es contradecir a Pablo sino contrastar una fe viva de una fe muerta. a. Abraham fue justificado cuando ofreció a Isaac – Lo primero que debemos entender es que cuando Santiago dice esto no se refiere a que fue en el momento en que Abraham ofreció a Isaac que fue justificado ante Dios. El relato de Abraham ofreciendo a Isaac (Génesis 22:3) y de Dios probarle pidiéndole a su único hijo (Génesis 22:1,2) no sucedió hasta cuarenta años después de que su fe le fuera contada por justicia (Génesis 15:5-6). Al leer Génesis con detenimiento nos damos cuenta de que Dios probó si la fe de Abraham era verdadera. El propio ángel de Dios declara que ahora conocía que Abraham temía a Dios porque no le había negado a su único hijo (Génesis 22:10-12). Abraham fue justificado en el sentido de que mostró que poseía la verdadera fe, una fe viva no una fe muerta. Es por esta razón que Santiago utiliza el ejemplo de Abraham en un sentido diferente a como lo utiliza Pablo. Santiago está preocupado en mostrar por medio de Abraham los frutos de la justificación, la evidencia de que la justificación ha tenido lugar. b. El significado de “justificado” en las cartas paulinas y en la carta de Santiago – El término “justificado” tiene dos significados usados en la Escritura. El primer significado es jurídico, “declarar o tratar a alguien como justo”. Es en este sentido que Pablo escribe en Romanos 3:24,28 y 5:1. Este mismo sentido lo emplea en la carta a los Gálatas (2:16, 3:11,24) y en la carta a Tito (3:7). El segundo significado es “vindicación o la evidencia de que alguien es justo”. Es en este sentido que Santiago emplea la expresión “justificado”. Para Santiago, esta justificación o evidencia de justicia es la que muestra la veracidad de nuestra fe. Solo aquellos que muestran fruto de justicia serán vindicados como ovejas en el día del juicio (Mateo 25:33-40). Santiago y Pablo no combaten frente a frente, sino espalda a espalda contra dos enemigos comunes, el legalismo y el antinomianismo (libertinaje o quietismo). Pablo combate contra aquellos que quieren salvarse por obras. Santiago combate contra aquellos que quieren una salvación que no demanda nada. Pablo dice la salvación es solo por gracia. Santiago dice la salvación por gracia produce buenas obras. c. La fe actúo juntamente con las obras – Es importante recalcar que la fe no actúa con las obras para salvación, sino como evidencia de la posesión de la fe verdadera. La salvación es por gracia y por medio de la fe en Cristo (Efesios 2:8, Romanos 4:2-5). La fe siempre precede a las obras, pero las obras perfeccionan la fe. Esto es, alcanzamos madurez mediante ellas. Santiago quiere mostrar que Abraham mostró la veracidad de su fe. Alguien dijo: “Cuando un hombre es justificado ante Dios siempre muestra esa justificación a los hombres”. Abraham en ocasiones dudó, esa duda produjo desobediencia. El ejemplo más conocido es cuando decidió “ayudar a Dios” y junto a Agar procreó a Ismael. Como creyentes no estamos exentos a fallar, pero la verdadera fe nos hará madurar y mostrar en quién hemos creído. Esto es lo que quiere mostrarnos Santiago a través de Abraham: él confió en que Dios cumpliría lo prometido y por esa razón obedeció el mandato de Dios de entregarle su único hijo. La fe de Abraham fue perfeccionada, maduró mediante su obediencia. d. El hombre es justificado por las obras y no por fe solamente – La palabra “solamente” es clave para comprender esta porción. Evis Carballosa comenta sobre este pasaje: “Santiago desea subrayar no que el hombre es justificado por la obras aparte de la fe. Sino que es justificado mediante una fe que demuestra su calidad al producir buenas obras”. Santiago sabe que el hombre es transgresor y que ha violado la ley de Dios (Santiago 2:10-11), pero también sabe que la gracia de Dios transforma el corazón del hombre y produce una fe que se manifiesta por medio de frutos de justicia. Quiere que entendamos que no somos salvos por asentir intelectualmente a unas verdades, sino por vivir conforme a ellas. Recuerda que Santiago le escribe a judíos que se enorgullecían en su conocimiento teológico y su falsa piedad (Mateo 23:24-28). Quiere corregir la falsa seguridad y llevarlos a examinar sus corazones. Le escribe a aquellos que se creen salvos, sin en realidad serlo. La verdadera fe se manifiesta mediante la obediencia a la Palabra de Dios (Juan 14:23).

Un ejemplo de fe genuina

Juan Cáceres

Tema: Un ejemplo de fe genuina “Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?” Santiago 2:25 1. Introducción – Santiago está mostrando lo que es la fe genuina. La fe genuina madura en las pruebas, se mantiene firme; ante las tentaciones, produce frutos; muestra imparcialidad. Se demuestra a través de nuestras acciones. Como se explicó en la lección anterior, Pablo escribió que Abraham creyó a Dios la promesa de que nacería un hijo de Sara y de él, “por lo cual también su fe le fue contada por justicia” (Ver Romanos 4:16-25). Santiago utilizó el ejemplo de Abraham en un sentido diferente a cómo lo utilizó Pablo. Santiago mostró, por medio de Abraham, los frutos de la justificación; la evidencia de que la justificación ha tenido lugar. Abraham fue justificado en el sentido de que mostró que poseía la verdadera fe, una fe viva, no una fe muerta. Santiago estaba combatiendo una fe superficial que no tenía ningún efecto positivo en la vida del que profesaba ser creyente. Pablo, por otro lado, combatía el legalismo, la creencia de que alguien puede ganar mérito salvador ante Dios por medio de sus buenas obras. La fe no actúa con las obras para salvación, sino como evidencia de la posesión de la fe verdadera. La salvación es por gracia y por medio de la fe en Cristo (Efesios 2:8, Romanos 4:2-5). La fe siempre precede a las obras, pero las obras perfeccionan la fe. No somos salvos por asentir intelectualmente a las verdades bíblicas, sino por creer en Cristo y vivir conforme a esas verdades. La falsa fe no sirve a los demás, solo ofrece deseos. La falsa fe no obedece a Dios. La verdadera fe se manifiesta mediante la obediencia a la Palabra de Dios (Juan 14:23), a cualquier costo, tal como lo probó Abraham. La verdadera fe sirve al prójimo, sin importar el costo, tal como lo demostró Rahab. 2. El ejemplo de Rahab – Encontramos unas grandes diferencias entre Abraham y Rahab. Abraham era hombre, Rahab una mujer. Abraham es el padre de la nación judía y también se le reconoce como el padre de la fe. Rahab era una cananea, una forastera. No tenía buena reputación, era una prostituta. La palabra griega que se traduce como “ramera” es “porne”. Quizás ella era la estrella porno de Jericó, y aun así, Dios la llamó a la fe. Dios nos ve y conoce plenamente quiénes éramos, quiénes somos y quiénes llegaremos a ser. Dios puede cambiar lo que una persona hace. Puede cambiar patrones de comportamiento que han estado funcionando durante décadas. Rahab había estado haciendo lo mismo durante años, hasta que hizo algo nuevo. Creyó a Dios y actuó basándose en eso. Su vida cambió desde ese momento en adelante. 3. Rahab – Para conocer más sobre esta mujer, vayamos al capítulo 2 del libro de Josué. Israel estaba a punto de conquistar la primera ciudad de la Tierra Prometida, llamada Jericó. Josué envió espías a reconocer la tierra. Los dos espías entraron a la casa de Rahab que estaba sobre la muralla. Alguien los vio y dio aviso al rey, el cual envió hombres a casa de Rahab para que entregara a los espías. La vida de ellos peligraba, pero ella los escondió sobre la azotea de su casa. Rahab les dijo a los hombres del rey que ya ellos se habían ido y les dijo que si se daban prisa los alcanzarían. Una vez los hombres del rey se fueron, cerraron la puerta de la ciudad. Es interesante lo que Rahab dijo: “Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de vosotros. 10 Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido. 11 Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra” (Josué 2:9-11). Esto suena como fe, pero sabemos que su fe era genuina por sus hechos. Ella actuó en su fe. Cuando escondió a los espías y envió a los hombres del rey por el camino equivocado, ella se alineó con Israel, en lugar de su gente. Por los hechos de Dios, ella quedó convencida de que Dios reinaba en el cielo y en la tierra. Pidió misericordia para ella y su familia. Sus acciones subsiguientes mostraron prueba adicional de su fe. Ayudó a los espías a escapar y colocó el cordón escarlata en su ventana, tal como le dijeron los espías. La fe de Rahab la movió a actuar. Arriesgó su vida, pero ese acto la llevó a ser librada de la destrucción. Ella no ganó su salvación, pero sus obras vindicaron su afirmación de fe. Sus obras públicamente anunciaron que ella era de hecho una mujer temerosa de Dios. Josué dio la orden para que se rescatara a Rahab y sus parientes, mientras toda la ciudad sería destruida (Josué 6:17, 23). En Josué 6:25 dice: “Mas Josué salvó la vida a Rahab la ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que ella tenía; y habitó ella entre los israelitas hasta hoy, por cuanto escondió a los mensajeros que Josué había enviado a reconocer a Jericó”. 4. El pasado no tiene que determinar tu futuro – El escritor de Hebreos incluye a Rahab entre los héroes de la fe del capítulo 11. En Hebreos 11:31 resalta que “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz”. Esta mujer que era marcada por la sociedad como una prostituta, ahora es puesta en un lugar de honor por la gracia y misericordia de Dios. El hijo de Rahab, Booz, creció y se convirtió en el pariente redentor de Rut, tomándola como esposa. Booz fue el bisabuelo del gran rey David. Rahab vino a ser parte de la genealogía de Jesucristo. Solo cuatro mujeres aparecen en ella. Leemos en Mateo 1:5-6: “Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. 6 Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías”. Jesucristo no se avergonzó de incluirla en su genealogía. De igual manera dice en Hebreos 2:11-12: “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré”. Por causa de la obra completa de Cristo en la cruz del Calvario eres salvo. Tu pasado quedó atrás. Por la fe en Cristo, tus pecados fueron perdonados. Eres una nueva criatura. El Padre te hizo parte de su familia. ¡Regocíjate en su maravillosa gracia! 5. Fe genuina siempre obra - Santiago finaliza diciendo “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:26). Quien dice tener fe, pero si esa fe no está acompañada de obras, es meramente “un decir”, no una fe bíblica. Volvemos a enfatizar que Santiago no está argumentando que las obras se añadan a la fe, sino que quien posee la verdadera fe, obra. Las buenas obras, fluyendo de nuestra fe, nos vindican, declaran que pertenecemos a Cristo. El profesor Moo en su libro The Letter of James (La carta de Santiago) dice que nadie ha captado mejor el mensaje de Santiago que Martín Lutero en su prefacio al libro de Romanos. Lutero escribió: “Oh, esta fe es algo vivo, atareado, activo y poderoso. Es imposible para ella no estar haciendo cosas buenas incesantemente. No pregunta si se deben hacer buenas obras, sino que antes de plantear la pregunta, ya las ha hecho y las está haciendo constantemente. Sin embargo, quien no hace tales obras es un incrédulo. Anda tanteando en busca de la fe y las buenas obras, pero no sabe ni lo que es la fe ni lo que son las buenas obras.”

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