El fruto de la fe genuina: Las buenas obras

Santiago 2: 14-17

Josué Cáceres

Tema: El fruto de la fe genuina: las buenas obras

“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” Santiago 2:17

Introducción – Al considerar este pasaje de la carta de Santiago, y cualquier otro pasaje de la Escritura, debemos mirar con detenimiento cada detalle y frase en el mismo. No hacer este ejercicio (exégesis) puede conducirnos a errores crasos en nuestro entendimiento del mismo. El capítulo 2 de Santiago, específicamente los versos 14 al 26, es uno que necesita ser escudriñado ya que está porción ha sido causa de un sinnúmero de malentendidos. Solo a través de este ejercicio y guiados por el Espíritu Santo comprenderemos la riqueza teológica y práctica que este pasaje brinda a nuestras vidas.

1. “Si alguno dice” (Santiago 2:14 - “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”) - Santiago quiere que entendamos que de nada es provechoso para el hombre decir que tiene fe (Santiago 2:14). La mera profesión de fe en sí misma no produce nada en la vida del hombre, es la posesión de la fe lo que nos hace nuevas criaturas en Cristo. El apóstol Pablo nos enseña en Romanos 10:10 que una verdadera profesión nace de un corazón que ha creído. Sin embargo, Santiago no está hablando de alguien que verdaderamente cree, él habla de alguien que “dice que cree”. Está haciendo un contraste entre la fe verdadera y la fe falsa a través de su carta y en estos versos continúa haciendo lo mismo. Para esto genera una pregunta: “¿Podrá alguien decir que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Podrá esa fe salvarle?” La respuesta de Santiago es: “por supuesto que no”. La fe que salva siempre viene acompañada de frutos y ese fruto son buenas obras. Desde este versículo en adelante él va a mostrar que es imposible mostrar la fe genuina sin obras. Juan Calvino decía: “La fe sola justifica, pero la fe que justifica no está sola”. Jesús mismo expresó que seríamos conocidos por nuestros frutos (Lucas 6:43-45, Mateo 12:33).

2. La fe muerta – Uno de los aspectos más importantes que nos enseña la Escritura, y este pasaje, es la posibilidad de engañarnos a nosotros mismos. En Santiago 1:22 vemos que si solamente oímos, pero no ponemos en práctica la Palabra, no somos verdaderos discípulos. Jesús mismo enfatiza este punto en Mateo 7:16-29 y nos muestra que la fe que justifica siempre viene acompañada de fruto. Sin embargo, una fe que no produce frutos es una fe muerta, o sea, una fe que no puede hacer nada. La advertencia de Santiago es importante porque muestra la condición de muchos creyentes hoy día. Mucha gente se reúne semana tras semana en una congregación, pero lo hacen de manera engañosa. Se engañan ellos mismos al creer que escuchar la Palabra o afirmar que tienen fe es una evidencia de su salvación. Si esta fe no los lleva a vivir y hacer lo que han escuchado o creído, entonces esa fe es muerta. La verdadera fe es evidenciada por la transformación que ocurre en nuestras vidas: somos hechos nuevas criaturas (2 Corintios 5:17), nuestro deseo es vivir para Dios y hacer su voluntad (Romanos 14:8), es manifestar el fruto de Su Espíritu en nuestra vida (Gálatas 5:22-23).

3. Las características de una fe muerta - podemos identificar tres características de una fe muerta. La primera, la cual acabamos de estudiar, es hacer una profesión vacía. Es afirmar que creemos, pero no mostrarlo por medio de nuestras acciones (obras). La segunda característica de una fe muerta es la falta de amor o compasión por los demás. Esto es lo que aprendemos al leer los versos 15 y 16 de este capítulo. El pasaje nos habla de alguien que tiene conocimiento de la necesidad de un hermano o hermana. Está necesidad es apremiante, ya que Santiago describe a una persona indigente, esto es, con muy poca ropa y sin el alimento de ese día. La respuesta del que posee una fe muerta es inútil: solo les exhorta a que vayan y consigan lo que necesitan, pero no les provee nada. Al igual que en el verso 14, Santiago hace una pregunta anticipando una respuesta negativa: “¿de qué le aprovecha esto, el decir ve en paz y calentaos y saciaos, al hermano en necesidad?” Más que nada, Santiago quiere resaltar la falta de compasión de aquellos que menosprecian al necesitado y muestran favoritismo hacia los de mejor condición social. Un verdadero discípulo entiende que la fe se muestra por medio del amor (Gálatas 5:6 NTV) y esto queda manifestado en su vida por un deseo de ayudar a los demás, o sea, a nuestro prójimo (Lucas 10:27). En Mateo 25:31-46, Jesús mismo recalca la importancia de una fe que se evidencia por medio de buenas obras. Son esas obras las que evidencian quiénes son ovejas (fe genuina) y quiénes son cabras (fe muerta). Como bien dice Evis Carballosa en su comentario: “la fe muerta no solo revela su inutilidad, sino que muestra que quien reclama poseerla también está muerto espiritualmente (Santiago 2:17). Sin embargo, la fe genuina es como un árbol frutal, usted no le añade el fruto al árbol, el fruto es parte de su esencia, la fe genuina siempre produce obras buenas.”

4. Mostrando la fe por las obras – Santiago utiliza una forma literaria común, la diatriba, para presentar la tercera característica de una fe muerta. Esta forma de argumentar presenta una forma de diálogo en el que se presentan objeciones. La tercera característica de una fe muerta es tener una convicción superficial. El error es pensar que la fe y las obras son algo inseparable, es como si ellos pensaran en la posibilidad de poseer la verdadera fe sin evidenciarla por medio de frutos (v.18). Las obras son inseparables de la fe genuina porque son el resultado de ella. El apóstol Pablo en la carta a los Efesios nos muestra como hemos sido salvados (Efesios 2:1 al 9), pero también nos muestra que el propósito de nuestra salvación (Efesios 2:10) es caminar en las buenas obras que Dios ya preparó para nosotros. Santiago, entonces pide algo imposible de realizar, muéstrame tu fe sin tus obras. No hay manera de mostrar que alguien posee la fe genuina si no vemos una evidencia externa de la obra interna que Dios está realizando. Por el contrario, sí podemos mostrar la genuinidad de nuestra fe por medio de nuestro fruto, al decir: “te mostraré mi fe por mis obras”. Es como si Santiago aludiera a las palabras del Sermón del Monte cuando Jesús dice que debemos ser sal y luz, para que los hombres, al ver nuestras buenas obras, glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos (Mateo 5:16). La falta de buenas obras muestra la superficialidad de nuestras convicciones. Santiago dice que podemos afirmar que Dios es uno y aún no poseer la fe genuina, porque también los demonios creen y tiemblan (Marcos 1:23-24; 5:1-7). Puedes decir que crees en Dios y que sabes que eres un pecador, pero si esa convicción no viene acompañada de arrepentimiento y transformación, es superficial, no es genuina, porque la fe sin obras es muerta.

5. Examinando nuestras vidas - El propósito de Santiago es que examinemos nuestras vidas y abracemos la verdadera fe. Que no sigamos engañándonos, como Simón el mago (Hechos 8:9-25) y aquellos hacedores de maldad (Mateo 7:21-23), sino que con corazones arrepentidos volvamos al evangelio y seamos justificados por nuestra fe en nuestro Señor Jesucristo. Comprendamos que somos justificados por la fe en Cristo solamente, pero la fe que justifica nunca está sola, siempre produce frutos de justicia.

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Introducción a la epístola De Santiago

Juan Cáceres

Tema: Fundamentados en la Palabra de Dios Lección # 1: Introducción a la epístola de Santiago “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles;” 1 Corintios 15:3-7 “Aunque no siempre es posible identificar todos los datos concernientes a una composición, ninguna pieza literaria puede ser propiamente comprendida fuera de su contexto histórico. Para comprender el mensaje de la epístola de Santiago se debe conocer entre otras cosas, algo respecto al autor, la fecha de composición, los receptores, el propósito por el que escribió esta carta, las características literarias y estilo de la composición” (Elvis Carballosa, autor del libro Santiago, una fe en acción). Por tal razón, antes de entrar a la epístola, estudiaremos lo que nos dice la Biblia sobre Santiago. 1. Sus orígenes - Todo comienza con el nacimiento de Jesús. El apóstol Pablo escribió en Gálatas 4:4-5: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.” Jesús nació por obra del Espíritu Santo de la virgen María (Mateo 1:18; Lucas 1:30-35). Se cumplió la profecía de Isaías 7:14 que declaró: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Mateo 1:23 cita esta profecía y añade que “Emanuel” significa “Dios con nosotros”. Mateo 1:24-25 continúa: “Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. 25 Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS”. En Mateo 13:55-56 leemos: Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? 55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? 56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?” (Santiago fue más bien un título en latín de San Jacobo que con el paso del tiempo se convirtió en español a Santiago.) De acuerdo al libro Life in Year One (La vida en el año Primero), Nazaret en el Siglo 1 era un pueblo de unos 400 habitantes con caminos no pavimentados y casas de una sola planta hechas de barro y piedra y techadas en paja con ventanas altas para que entrara luz y aire, pero que no permitiera que se viera desde afuera. Las familias eran numerosas y las casas pequeñas. Las familias preparaban sus alimentos y comían fuera de la casa. Imagina la vida de Jesús, Santiago (que parece ser el primer hijo de José, por el orden en que aparecen los nombres) y sus hermanos (al menos, eran siete). La familia viajaba en caravanas a las fiestas de la Pascua en Jerusalén (Lucas 2:41). Más adelante, la Biblia hace claro que Santiago y sus hermanos no creían en Jesús (Juan 7:5 – “Porque ni aun sus hermanos creían en él”). 2. El poder de la resurrección de Cristo - El apóstol Pablo escribió que Cristo después que resucitó se le apareció a distintas personas, entre ellas habla de Jacobo (1 Corintios 15:3-8). Esta experiencia transformó a Santiago. Lo sabemos porque lo encontramos en el Aposento Alto esperando la promesa del Espíritu Santo (Hechos 1:14). En Hechos 12, Herodes mató al apóstol Jacobo, hermano de Juan. Luego, mandó a encarcelar a Pedro para matarlo, pero Dios envió un ángel y lo libró (Hechos 12:1-17). Pedro llegó a la casa donde los discípulos oraban por él. En Hechos 12:17 dice: “Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió, y se fue a otro lugar.” Tal parece que tras la salida de Pedro de Jerusalén, Jacobo (Santiago) toma la posición de liderazgo. Es importante indicar que la persecución llevó a los discípulos a diversos lugares y allí predicaron el evangelio, lo cual trajo gran crecimiento a la Iglesia. Es interesante que Pablo narra su experiencia con Dios en Gálatas 1 y escribe: “Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; 19 pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor” (Gálatas 1:18-19). Luego añade en Gálatas 2 que catorce años después volvió a Jerusalén y escribe; “y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión” (Gálatas 2:9). En los evangelios leemos del círculo íntimo de Jesús: Juan, Jacobo y Pedro, pero recuerde que el Jacobo que menciona allí era el hermano de Juan, al cual Herodes mandó a matar. El Jacobo que Pablo menciona en Gálatas es Santiago, el hermano del Señor. Santiago es un testimonio firme del poder de la resurrección de Cristo. De un incrédulo se convirtió en un líder de la Iglesia. El apretón de manos que se dieron es un acuerdo, una bendición mutua y un vínculo para servir al Señor en diferentes direcciones. 3. Su liderato en el Concilio de Jerusalén – Pablo y Bernabé enfrentaron a los judaizantes en Antioquía de Siria que llegaban de Jerusalén diciendo que la circuncisión era necesaria para la salvación. Decidieron enviar a Pablo y Bernabé junto a otros hermanos a Jerusalén a reunirse con los apóstoles y ancianos de la Iglesia. En la Iglesia en Jerusalén encontraron fariseos que se habían convertido, pero exigían que los gentiles guardaran la ley de Moisés. Por tal razón, los líderes de la Iglesia se reunieron en Jerusalén. Hubo mucha discusión del asunto. Pedro se levantó y dio testimonio cómo Dios lo usó para predicar a los gentiles (en casa de Cornelio). Pedro declaró que los gentiles recibieron el Espíritu Santo como ellos. Añadió: “y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. 10Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos” (Hechos 15:9-11). Después Pablo y Bernabé contaron las maravillas y señales que Dios había hecho a través de ellos entre los gentiles. Fue entonces que Santiago con autoridad y diplomacia citó al profeta Amós para decir que tanto judíos como gentiles creerían. Por tanto serían admitidos en la Iglesia sin impedimentos. Los creyentes gentiles eran pueblo de Dios, podían adorar a Dios y no tenían que circuncidarse. Las cosas que se les pidieron que hicieran era para que los judíos estrictos pudieran tener relación con los gentiles. Santiago indica que aquellos que judaizantes no iban de parte de él ni de la Iglesia en Jerusalén (Hechos 15:24). Como Pablo escribió en Efesios 2:11-22, de ambos pueblos (judíos y gentiles), Dios hizo uno, teniendo entrada por un mismo Espíritu al Padre y siendo partes de la familia de Dios. De igual manera, Pedro escribió: “vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2:10). Así que vemos a este hombre transformado por Dios de un incrédulo a un líder de la Iglesia mostrando su liderato en una situación sumamente difícil para la Iglesia del primer siglo. Este Santiago (Jacobo) es quien escribe la carta que comenzamos a estudiar.

Una Fe Genuina

Josué Cáceres

Tema: Una fe genuina “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.” Santiago 1:1 1. Siervo de Jesucristo – Cuando comenzamos a leer la epístola de Santiago es importante tomar en cuenta cada detalle de la misma. Cuando estudiamos y entendemos lo que Dios quiso comunicar por medio del autor, hallaremos un caudal de riqueza bíblica que nos ayudará en nuestro crecimiento como discípulos de Cristo. El saludo de esta carta tiene mucho que enseñarnos. En primer lugar, es interesante la manera en que Santiago se introduce. Él se identifica como siervo de Jesucristo. El apóstol Pablo también utilizaba esta expresión para describir su relación con Cristo (Romanos 1:1; Filipenses 1:1; Tito 1:1). La palabra “siervo” tenía una connotación muy interesante en ese tiempo. El siervo (en el original griego: “doulos”) es alguien que ha puesto a un lado su propia autonomía y se ha sometido a la voluntad de otro. Esto contrastaba grandemente con la cultura griega. Los griegos se jactaban de su libertad y repudiaban a aquel que fuera esclavo. Sin embargo, Santiago está colocándose entre aquellos hombres que a lo largo de los siglos se han sometido a la voluntad de Dios. Al igual que Moisés, Abraham, David y tantos otros, Santiago reconoció la soberanía de Dios y se deleitó en considerarse súbdito suyo (Romanos 6:16). Lo que los griegos y los romanos despreciaban, los cristianos lo veían como el mayor de los privilegios: ser esclavos del Todopoderoso y someterse a su soberana Voluntad. Santiago, ignorando los títulos humanos, se presentó de acuerdo a su relación con Dios. De igual forma nosotros debemos comportarnos. Nunca debemos actuar con soberbia y vanagloria, sino con humildad, entendiendo que no somos dueños de nuestra vida. Pertenecemos a nuestro salvador (Filipenses 3:3-10; Santiago 4:6). Para Santiago, su más alto honor era ser siervo del Señor Jesucristo. 2. Destinatarios – Otro aspecto que el primer versículo nos muestra es a quién está dirigida la carta: “a las doce tribus que están en la dispersión”. En el saludo nos deja ver que ésta es una epístola a judíos que han sido dispersados por la persecución. Debemos recordar que luego de Esteban ser apedreado se marcó el inicio de un período de persecución, liderado por Saulo de Tarso (Hechos 7:56-8:1). El deseo de Santiago era que esta carta llegara dondequiera los judíos cristianos de esa época fueron dispersados, pero a la vez que alcanzara también a los judíos incrédulos. El deseo de Santiago fue edificar, corregir y afirmar a aquellos que llama “hermanos míos”. Es importante notar que, con apenas cinco capítulos, esta carta está repleta de verdades prácticas que transforman nuestra vida. 3. Una fe genuina – La genuinidad de algo se establece o afirma por medio de un proceso de examen o prueba. El oro, la plata, los diamantes y aún el dinero son sometidos a prueba para comprobar su valor. En su epístola, Santiago estableció una serie de pruebas con el fin de afirmar, establecer y diferenciar la fe genuina de cualquier otro tipo de “fe”. Con esto no decimos que existe otra fe salvífica, sino que Santiago quiere corregir a aquellos que decían “tener fe” era evidencia de poseer la fe. La fe verdadera no es una mera expresión externa (Isaías 29:13), es el resultado de una convicción interna. Como hemos explicado antes, la gente puede poseer fe en muchas cosas, pero la fe que salva solo viene por medio de nuestro Señor Jesucristo (Hechos 4:11-12; Romanos 10:8-11). Si las cosas materiales que consideramos de gran valor son puestas a prueba, cuánto más debe ser puesta a prueba nuestra salvación, cuando nuestra relación con Dios es lo más valioso de nuestra existencia. Santiago quería que sus lectores comprobaran la genuinidad de su fe y a la vez exponer a aquellos que afirmaban amar a Dios, pero en realidad amaban a este mundo. 4. El llamado a examinarnos – A través de la Escritura el llamado es a examinar nuestros corazones y nuestros caminos (Salmo 139:23-24; Lamentaciones 3:40; Ezequiel 18:28; 2 Corintios 13:5). Santiago en esta epístola está siguiendo el ejemplo de Jesús y lo que va a hacer es tomar el Sermón del Monte como parte fundamental de su carta. El escritor hace 20 alusiones directas al Sermón del Monte; al punto que muchos dicen que esta epístola es un comentario de este sermón. El deseo de Santiago era el mismo de Jesús: mostrar que una apariencia externa de piedad es nada sin una piedad interna. La idea es simple: “Lo que haces es tan importante como lo que dices”. Por eso Jesús, a través del Sermón del Monte, estableció una serie de parámetros (pruebas) por medio de los cuales podemos afirmar nuestra salvación. El primer parámetro es nuestra actitud (Mateo 5:3-12), el segundo nuestra influencia (Mateo 5:13-16), el tercero nuestra obediencia (Mateo 5:17-20) y el cuarto un corazón recto (Mateo 5:21-48). Jesús y Santiago, por medio de su carta, quieren mostrarnos que la fe salvadora siempre produce como resultado buenas obras (Mateo 5:16; Efesios 2:10). La importancia de comprobar nuestra fe no solo es un tema del Antiguo Testamento, sino es de suma importancia en el Nuevo Testamento; tanto que el apóstol Juan es claro en diferenciar, en su primera carta, los que son, de los que dicen ser (1 Juan 2:3-6). El llamado bíblico es a examinarnos y como creyentes vivir de acuerdo a lo que somos, que nuestras acciones vayan a tono con nuestras palabras. Eso comprueba que no solo decimos que le amamos, sino que nuestro corazón está rendido a Él. 5. El propósito de la carta – Es curioso notar que Santiago en ningún momento trata con la esencia de la salvación. No encontramos en esta carta nada sobre la crucifixión de Cristo o su resurrección, nada sobre su deidad, no habla de la justificación, ni de la regeneración. Esto es así, ya que todo esto está asumido. Santiago le escribió a creyentes que sabían todas estas cosas. Él les llamó hermanos en diferentes ocasiones, lo que debemos asumir es que él le escribió a gente que decían tener fe en Cristo. El mensaje de Santiago es simple: “puedes expresar conocimiento sobre muchas cosas concernientes a la salvación, pero tu carácter debe estar alineado a ese conocimiento”. Un carácter, alineado a nuestra fe, producirá un deseo de crecer continuamente en nuestra santificación (Hebreos 12:14). El propósito de Santiago es que los creyentes puedan examinar sus vidas y comprobar la buena voluntad de Dios. Cuando entendemos esto, no pensaremos, como algunos, que Pablo y Santiago están en conflicto. Pablo en su carta a los Romanos preguntó “¿cómo recibimos la salvación?” y contestó: “es por la fe solamente”. Para Santiago la pregunta es: “¿Cómo compruebo mi salvación?” La respuesta es: “por obras solamente”. La salvación es recibida por la fe, pero es comprobada por las obras. Porque el resultado de la salvación siempre es buenas obras que glorifican a nuestro Dios (Lucas 6:43-45).

La fe genuina en medio de las pruebas

Juan Cáceres

Tema: La fe genuina pide sabiduría en medio de las pruebas “Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla. 6 Cuando se la pidan, asegúrense de que su fe sea solamente en Dios, y no duden, porque una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro. 7 Esas personas no deberían esperar nada del Señor; 8 su lealtad está dividida entre Dios y el mundo, y son inestables en todo lo que hacen.” Santiago 1:5-8 NTV 1. La fe genuina es probada – La fe es probada de diversas maneras para producir constancia, madurez y estabilidad. La palabra griega usada en Santiago para pruebas y tentaciones es “peirasmos”, que significa “evaluar, probar, poner a prueba”. Cuando atravesamos triunfantes las pruebas de la vida nos volvemos más constantes, resistentes y perseverantes. Además nos convertimos en un testimonio dinámico para aquellos que nos ven, demostrando el poder y la presencia de Cristo en nuestro corazón. La actitud correcta es esencial para el resultado final de la prueba. Santiago exhorta a los creyentes a considerar las pruebas como instrumentos para producir madurez de carácter, por eso deben soportarlas con gozo y paciencia. El gozo es la confianza que tenemos de que Dios usará las pruebas para nuestro beneficio. A través de la carta de Santiago veremos las diferentes maneras en que la fe es probada. Nuestra respuesta a las pruebas revelará la condición de nuestro corazón. 2. La fe genuina apela a la sabiduría divina – La mayoría de las veces no entendemos porque pasamos por pruebas difíciles. Es por ello que necesitamos la sabiduría divina para llegar a ese entendimiento. Reconocer la falta de sabiduría es el punto de partida del creyente que desea depender de Dios. Job preguntó: “Mas ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Dónde está el lugar de la inteligencia?” (Job 28:12). Santiago contestó la pregunta: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). También el apóstol Pablo escribió en Colosenses 2:3 que es en Cristo “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” El camino a seguir cuando reconocemos que nos falta sabiduría es “pedirla” a Dios. Santiago enfatiza en el carácter de Dios: Dios da generosamente, con liberalidad y no nos reprocha por pedirle. Note las promesas maravillosas: Dios nos dará sabiduría; nos dará sabiduría en abundancia; a todos (sin favoritos, Dios es generoso con todos); no nos reprochará por no saber qué hacer. Nos recuerda Efesios 3:20 – “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”. La idea del pasaje es que Dios cumplirá Su promesa de dar al que pide (Mateo 7:7 NTV – “Sigue pidiendo y recibirás lo que pides; sigue buscando y encontrarás; sigue llamando, y la puerta se te abrirá”). 3. La fe genuina es necesaria en la oración para que la petición sea efectiva - Santiago escribió: “Pero pida con fe, no dudando nada”. Orar “con fe” es hacerlo con la confianza de que Dios va a responder. Es reconocer que Dios nos ama, somos sus hijos; Él es nuestro Padre y quiere suplir cada una de nuestras necesidades. Por ende, Dios escuchará nuestra petición y nos dará la sabiduría para vencer las pruebas y tentaciones de la vida. Santiago 1:6 continúa: “porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”. La expresión “el que duda” sugiere que la persona está en un estado continuo de duda o vacilación. Así como el oleaje es controlado por el viento, el que duda es controlado por su duda. Leemos en Marcos 11:22-24: “Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. 23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. 24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Fíjate como Santiago describe al que duda: “es como una ola de mar arrastrada por el viento de una parte a otra”, “no recibirá cosa alguna del Señor”, “es una persona de doble ánimo”. No solo es inconstante en lo que respecta a la oración, sino en todos sus caminos. La persona de doble ánimo lleva una vida de altas y bajas; no es confiable, pues su conducta es inestable. 4. La fe genuina, tanto en el pobre como en el rico, produce una actitud correcta frente a las pruebas - Santiago 1:9-11 PDT lee: “El hermano de condición humilde no se avergüence de ser pobre, porque Dios lo ha puesto en un lugar de honor. 10 El hermano rico no se avergüence cuando Dios lo humille, porque el rico desaparecerá como la flor de la hierba. 11 Cuando sale el sol, hace calor y se seca la hierba; la flor se cae y ahí termina su hermoso aspecto. Así pasa con los ricos, en un momento los vemos ocupados en sus negocios y, de pronto, mueren”. Tanto pobres como ricos son probados; así nosotros somos probados en la escasez y en la abundancia. Proverbios 30:8-9 dice: “Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; 9 No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios”. Los pobres no deben permitir que las circunstancias entorpezcan o destruyan su espíritu y gozo en la vida, se resientan con los que tienen más y traten de quitarles algo de lo que éstos tienen. Tampoco deben desarrollar un sentido de inferioridad e ineptitud que los lleva a una conducta retraída. Santiago contrasta la pobreza material del hermano con la riqueza espiritual que posee por el hecho de hallarse “en Cristo”. Por otro lado, el peligro de las riquezas es que tienden a dar al hombre un falso sentido de seguridad. Cree estar seguro de tener recursos para enfrentar cualquier cosa, cree poder comprarlo todo, cree que puede pagar para eludir cualquier situación desagradable para él. La Biblia no condena al rico como persona ni tampoco la riqueza. Lo que condena es la avaricia, el deseo desenfrenado hacia la posesión de más bienes materiales con fines meramente egoístas. Santiago ha estado hablando de la inconstancia, la falta de fe y el ser de doble ánimo. Es en este contexto que menciona al hermano pobre y al hermano rico. El creyente pobre puede tener su mente dividida, puede decir que confía en Dios y, al mismo tiempo, excusarse diciendo que es pobre y no puede servir como quisiera. Por otra parte, el rico puede estar cegado por sus riquezas hasta el punto de confiar en ellas más que en el mismo Dios. Es muy probable que Santiago recordara al rico que si antes el usaba sus riquezas materiales como criterio para medir las cosas, ya no debe hacerlo más. El nuevo criterio debe estar relacionado con la persona de Cristo y su obra expiatoria en la cruz. Cuando un pobre y un rico se paran junto a la cruz de Cristo, ambos alcanzan la misma estatura y el mismo valor. Santiago habla de lo transitorio que es la vida. Las riquezas que puedan acumularse tienen un uso limitado. Lo permanente es una relación correcta con Dios. Así lo afirma en su carta el apóstol Juan: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17).