Un ejemplo de fe genuina

Santiago 2: 25-26

Juan Cáceres

Tema: Un ejemplo de fe genuina

“Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?” Santiago 2:25

1. Introducción – Santiago está mostrando lo que es la fe genuina. La fe genuina madura en las pruebas, se mantiene firme; ante las tentaciones, produce frutos; muestra imparcialidad. Se demuestra a través de nuestras acciones. Como se explicó en la lección anterior, Pablo escribió que Abraham creyó a Dios la promesa de que nacería un hijo de Sara y de él, “por lo cual también su fe le fue contada por justicia” (Ver Romanos 4:16-25). Santiago utilizó el ejemplo de Abraham en un sentido diferente a cómo lo utilizó Pablo. Santiago mostró, por medio de Abraham, los frutos de la justificación; la evidencia de que la justificación ha tenido lugar. Abraham fue justificado en el sentido de que mostró que poseía la verdadera fe, una fe viva, no una fe muerta. Santiago estaba combatiendo una fe superficial que no tenía ningún efecto positivo en la vida del que profesaba ser creyente. Pablo, por otro lado, combatía el legalismo, la creencia de que alguien puede ganar mérito salvador ante Dios por medio de sus buenas obras. La fe no actúa con las obras para salvación, sino como evidencia de la posesión de la fe verdadera. La salvación es por gracia y por medio de la fe en Cristo (Efesios 2:8, Romanos 4:2-5). La fe siempre precede a las obras, pero las obras perfeccionan la fe. No somos salvos por asentir intelectualmente a las verdades bíblicas, sino por creer en Cristo y vivir conforme a esas verdades. La falsa fe no sirve a los demás, solo ofrece deseos. La falsa fe no obedece a Dios. La verdadera fe se manifiesta mediante la obediencia a la Palabra de Dios (Juan 14:23), a cualquier costo, tal como lo probó Abraham. La verdadera fe sirve al prójimo, sin importar el costo, tal como lo demostró Rahab.

2. El ejemplo de Rahab – Encontramos unas grandes diferencias entre Abraham y Rahab. Abraham era hombre, Rahab una mujer. Abraham es el padre de la nación judía y también se le reconoce como el padre de la fe. Rahab era una cananea, una forastera. No tenía buena reputación, era una prostituta. La palabra griega que se traduce como “ramera” es “porne”. Quizás ella era la estrella porno de Jericó, y aun así, Dios la llamó a la fe. Dios nos ve y conoce plenamente quiénes éramos, quiénes somos y quiénes llegaremos a ser. Dios puede cambiar lo que una persona hace. Puede cambiar patrones de comportamiento que han estado funcionando durante décadas. Rahab había estado haciendo lo mismo durante años, hasta que hizo algo nuevo. Creyó a Dios y actuó basándose en eso. Su vida cambió desde ese momento en adelante.

3. Rahab – Para conocer más sobre esta mujer, vayamos al capítulo 2 del libro de Josué. Israel estaba a punto de conquistar la primera ciudad de la Tierra Prometida, llamada Jericó. Josué envió espías a reconocer la tierra. Los dos espías entraron a la casa de Rahab que estaba sobre la muralla. Alguien los vio y dio aviso al rey, el cual envió hombres a casa de Rahab para que entregara a los espías. La vida de ellos peligraba, pero ella los escondió sobre la azotea de su casa. Rahab les dijo a los hombres del rey que ya ellos se habían ido y les dijo que si se daban prisa los alcanzarían. Una vez los hombres del rey se fueron, cerraron la puerta de la ciudad. Es interesante lo que Rahab dijo: “Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de vosotros. 10 Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido. 11 Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra” (Josué 2:9-11). Esto suena como fe, pero sabemos que su fe era genuina por sus hechos. Ella actuó en su fe. Cuando escondió a los espías y envió a los hombres del rey por el camino equivocado, ella se alineó con Israel, en lugar de su gente. Por los hechos de Dios, ella quedó convencida de que Dios reinaba en el cielo y en la tierra. Pidió misericordia para ella y su familia. Sus acciones subsiguientes mostraron prueba adicional de su fe. Ayudó a los espías a escapar y colocó el cordón escarlata en su ventana, tal como le dijeron los espías. La fe de Rahab la movió a actuar. Arriesgó su vida, pero ese acto la llevó a ser librada de la destrucción. Ella no ganó su salvación, pero sus obras vindicaron su afirmación de fe. Sus obras públicamente anunciaron que ella era de hecho una mujer temerosa de Dios. Josué dio la orden para que se rescatara a Rahab y sus parientes, mientras toda la ciudad sería destruida (Josué 6:17, 23). En Josué 6:25 dice: “Mas Josué salvó la vida a Rahab la ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que ella tenía; y habitó ella entre los israelitas hasta hoy, por cuanto escondió a los mensajeros que Josué había enviado a reconocer a Jericó”.

4. El pasado no tiene que determinar tu futuro – El escritor de Hebreos incluye a Rahab entre los héroes de la fe del capítulo 11. En Hebreos 11:31 resalta que “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz”. Esta mujer que era marcada por la sociedad como una prostituta, ahora es puesta en un lugar de honor por la gracia y misericordia de Dios. El hijo de Rahab, Booz, creció y se convirtió en el pariente redentor de Rut, tomándola como esposa. Booz fue el bisabuelo del gran rey David. Rahab vino a ser parte de la genealogía de Jesucristo. Solo cuatro mujeres aparecen en ella. Leemos en Mateo 1:5-6: “Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. 6 Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías”. Jesucristo no se avergonzó de incluirla en su genealogía. De igual manera dice en Hebreos 2:11-12: “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré”. Por causa de la obra completa de Cristo en la cruz del Calvario eres salvo. Tu pasado quedó atrás. Por la fe en Cristo, tus pecados fueron perdonados. Eres una nueva criatura. El Padre te hizo parte de su familia. ¡Regocíjate en su maravillosa gracia!

5. Fe genuina siempre obra - Santiago finaliza diciendo “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:26). Quien dice tener fe, pero si esa fe no está acompañada de obras, es meramente “un decir”, no una fe bíblica. Volvemos a enfatizar que Santiago no está argumentando que las obras se añadan a la fe, sino que quien posee la verdadera fe, obra. Las buenas obras, fluyendo de nuestra fe, nos vindican, declaran que pertenecemos a Cristo. El profesor Moo en su libro The Letter of James (La carta de Santiago) dice que nadie ha captado mejor el mensaje de Santiago que Martín Lutero en su prefacio al libro de Romanos. Lutero escribió: “Oh, esta fe es algo vivo, atareado, activo y poderoso. Es imposible para ella no estar haciendo cosas buenas incesantemente. No pregunta si se deben hacer buenas obras, sino que antes de plantear la pregunta, ya las ha hecho y las está haciendo constantemente. Sin embargo, quien no hace tales obras es un incrédulo. Anda tanteando en busca de la fe y las buenas obras, pero no sabe ni lo que es la fe ni lo que son las buenas obras.”

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Introducción a la epístola De Santiago

Juan Cáceres

Tema: Fundamentados en la Palabra de Dios Lección # 1: Introducción a la epístola de Santiago “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles;” 1 Corintios 15:3-7 “Aunque no siempre es posible identificar todos los datos concernientes a una composición, ninguna pieza literaria puede ser propiamente comprendida fuera de su contexto histórico. Para comprender el mensaje de la epístola de Santiago se debe conocer entre otras cosas, algo respecto al autor, la fecha de composición, los receptores, el propósito por el que escribió esta carta, las características literarias y estilo de la composición” (Elvis Carballosa, autor del libro Santiago, una fe en acción). Por tal razón, antes de entrar a la epístola, estudiaremos lo que nos dice la Biblia sobre Santiago. 1. Sus orígenes - Todo comienza con el nacimiento de Jesús. El apóstol Pablo escribió en Gálatas 4:4-5: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.” Jesús nació por obra del Espíritu Santo de la virgen María (Mateo 1:18; Lucas 1:30-35). Se cumplió la profecía de Isaías 7:14 que declaró: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Mateo 1:23 cita esta profecía y añade que “Emanuel” significa “Dios con nosotros”. Mateo 1:24-25 continúa: “Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. 25 Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS”. En Mateo 13:55-56 leemos: Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? 55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? 56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?” (Santiago fue más bien un título en latín de San Jacobo que con el paso del tiempo se convirtió en español a Santiago.) De acuerdo al libro Life in Year One (La vida en el año Primero), Nazaret en el Siglo 1 era un pueblo de unos 400 habitantes con caminos no pavimentados y casas de una sola planta hechas de barro y piedra y techadas en paja con ventanas altas para que entrara luz y aire, pero que no permitiera que se viera desde afuera. Las familias eran numerosas y las casas pequeñas. Las familias preparaban sus alimentos y comían fuera de la casa. Imagina la vida de Jesús, Santiago (que parece ser el primer hijo de José, por el orden en que aparecen los nombres) y sus hermanos (al menos, eran siete). La familia viajaba en caravanas a las fiestas de la Pascua en Jerusalén (Lucas 2:41). Más adelante, la Biblia hace claro que Santiago y sus hermanos no creían en Jesús (Juan 7:5 – “Porque ni aun sus hermanos creían en él”). 2. El poder de la resurrección de Cristo - El apóstol Pablo escribió que Cristo después que resucitó se le apareció a distintas personas, entre ellas habla de Jacobo (1 Corintios 15:3-8). Esta experiencia transformó a Santiago. Lo sabemos porque lo encontramos en el Aposento Alto esperando la promesa del Espíritu Santo (Hechos 1:14). En Hechos 12, Herodes mató al apóstol Jacobo, hermano de Juan. Luego, mandó a encarcelar a Pedro para matarlo, pero Dios envió un ángel y lo libró (Hechos 12:1-17). Pedro llegó a la casa donde los discípulos oraban por él. En Hechos 12:17 dice: “Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió, y se fue a otro lugar.” Tal parece que tras la salida de Pedro de Jerusalén, Jacobo (Santiago) toma la posición de liderazgo. Es importante indicar que la persecución llevó a los discípulos a diversos lugares y allí predicaron el evangelio, lo cual trajo gran crecimiento a la Iglesia. Es interesante que Pablo narra su experiencia con Dios en Gálatas 1 y escribe: “Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; 19 pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor” (Gálatas 1:18-19). Luego añade en Gálatas 2 que catorce años después volvió a Jerusalén y escribe; “y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión” (Gálatas 2:9). En los evangelios leemos del círculo íntimo de Jesús: Juan, Jacobo y Pedro, pero recuerde que el Jacobo que menciona allí era el hermano de Juan, al cual Herodes mandó a matar. El Jacobo que Pablo menciona en Gálatas es Santiago, el hermano del Señor. Santiago es un testimonio firme del poder de la resurrección de Cristo. De un incrédulo se convirtió en un líder de la Iglesia. El apretón de manos que se dieron es un acuerdo, una bendición mutua y un vínculo para servir al Señor en diferentes direcciones. 3. Su liderato en el Concilio de Jerusalén – Pablo y Bernabé enfrentaron a los judaizantes en Antioquía de Siria que llegaban de Jerusalén diciendo que la circuncisión era necesaria para la salvación. Decidieron enviar a Pablo y Bernabé junto a otros hermanos a Jerusalén a reunirse con los apóstoles y ancianos de la Iglesia. En la Iglesia en Jerusalén encontraron fariseos que se habían convertido, pero exigían que los gentiles guardaran la ley de Moisés. Por tal razón, los líderes de la Iglesia se reunieron en Jerusalén. Hubo mucha discusión del asunto. Pedro se levantó y dio testimonio cómo Dios lo usó para predicar a los gentiles (en casa de Cornelio). Pedro declaró que los gentiles recibieron el Espíritu Santo como ellos. Añadió: “y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. 10Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos” (Hechos 15:9-11). Después Pablo y Bernabé contaron las maravillas y señales que Dios había hecho a través de ellos entre los gentiles. Fue entonces que Santiago con autoridad y diplomacia citó al profeta Amós para decir que tanto judíos como gentiles creerían. Por tanto serían admitidos en la Iglesia sin impedimentos. Los creyentes gentiles eran pueblo de Dios, podían adorar a Dios y no tenían que circuncidarse. Las cosas que se les pidieron que hicieran era para que los judíos estrictos pudieran tener relación con los gentiles. Santiago indica que aquellos que judaizantes no iban de parte de él ni de la Iglesia en Jerusalén (Hechos 15:24). Como Pablo escribió en Efesios 2:11-22, de ambos pueblos (judíos y gentiles), Dios hizo uno, teniendo entrada por un mismo Espíritu al Padre y siendo partes de la familia de Dios. De igual manera, Pedro escribió: “vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2:10). Así que vemos a este hombre transformado por Dios de un incrédulo a un líder de la Iglesia mostrando su liderato en una situación sumamente difícil para la Iglesia del primer siglo. Este Santiago (Jacobo) es quien escribe la carta que comenzamos a estudiar.

Una Fe Genuina

Josué Cáceres

Tema: Una fe genuina “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.” Santiago 1:1 1. Siervo de Jesucristo – Cuando comenzamos a leer la epístola de Santiago es importante tomar en cuenta cada detalle de la misma. Cuando estudiamos y entendemos lo que Dios quiso comunicar por medio del autor, hallaremos un caudal de riqueza bíblica que nos ayudará en nuestro crecimiento como discípulos de Cristo. El saludo de esta carta tiene mucho que enseñarnos. En primer lugar, es interesante la manera en que Santiago se introduce. Él se identifica como siervo de Jesucristo. El apóstol Pablo también utilizaba esta expresión para describir su relación con Cristo (Romanos 1:1; Filipenses 1:1; Tito 1:1). La palabra “siervo” tenía una connotación muy interesante en ese tiempo. El siervo (en el original griego: “doulos”) es alguien que ha puesto a un lado su propia autonomía y se ha sometido a la voluntad de otro. Esto contrastaba grandemente con la cultura griega. Los griegos se jactaban de su libertad y repudiaban a aquel que fuera esclavo. Sin embargo, Santiago está colocándose entre aquellos hombres que a lo largo de los siglos se han sometido a la voluntad de Dios. Al igual que Moisés, Abraham, David y tantos otros, Santiago reconoció la soberanía de Dios y se deleitó en considerarse súbdito suyo (Romanos 6:16). Lo que los griegos y los romanos despreciaban, los cristianos lo veían como el mayor de los privilegios: ser esclavos del Todopoderoso y someterse a su soberana Voluntad. Santiago, ignorando los títulos humanos, se presentó de acuerdo a su relación con Dios. De igual forma nosotros debemos comportarnos. Nunca debemos actuar con soberbia y vanagloria, sino con humildad, entendiendo que no somos dueños de nuestra vida. Pertenecemos a nuestro salvador (Filipenses 3:3-10; Santiago 4:6). Para Santiago, su más alto honor era ser siervo del Señor Jesucristo. 2. Destinatarios – Otro aspecto que el primer versículo nos muestra es a quién está dirigida la carta: “a las doce tribus que están en la dispersión”. En el saludo nos deja ver que ésta es una epístola a judíos que han sido dispersados por la persecución. Debemos recordar que luego de Esteban ser apedreado se marcó el inicio de un período de persecución, liderado por Saulo de Tarso (Hechos 7:56-8:1). El deseo de Santiago era que esta carta llegara dondequiera los judíos cristianos de esa época fueron dispersados, pero a la vez que alcanzara también a los judíos incrédulos. El deseo de Santiago fue edificar, corregir y afirmar a aquellos que llama “hermanos míos”. Es importante notar que, con apenas cinco capítulos, esta carta está repleta de verdades prácticas que transforman nuestra vida. 3. Una fe genuina – La genuinidad de algo se establece o afirma por medio de un proceso de examen o prueba. El oro, la plata, los diamantes y aún el dinero son sometidos a prueba para comprobar su valor. En su epístola, Santiago estableció una serie de pruebas con el fin de afirmar, establecer y diferenciar la fe genuina de cualquier otro tipo de “fe”. Con esto no decimos que existe otra fe salvífica, sino que Santiago quiere corregir a aquellos que decían “tener fe” era evidencia de poseer la fe. La fe verdadera no es una mera expresión externa (Isaías 29:13), es el resultado de una convicción interna. Como hemos explicado antes, la gente puede poseer fe en muchas cosas, pero la fe que salva solo viene por medio de nuestro Señor Jesucristo (Hechos 4:11-12; Romanos 10:8-11). Si las cosas materiales que consideramos de gran valor son puestas a prueba, cuánto más debe ser puesta a prueba nuestra salvación, cuando nuestra relación con Dios es lo más valioso de nuestra existencia. Santiago quería que sus lectores comprobaran la genuinidad de su fe y a la vez exponer a aquellos que afirmaban amar a Dios, pero en realidad amaban a este mundo. 4. El llamado a examinarnos – A través de la Escritura el llamado es a examinar nuestros corazones y nuestros caminos (Salmo 139:23-24; Lamentaciones 3:40; Ezequiel 18:28; 2 Corintios 13:5). Santiago en esta epístola está siguiendo el ejemplo de Jesús y lo que va a hacer es tomar el Sermón del Monte como parte fundamental de su carta. El escritor hace 20 alusiones directas al Sermón del Monte; al punto que muchos dicen que esta epístola es un comentario de este sermón. El deseo de Santiago era el mismo de Jesús: mostrar que una apariencia externa de piedad es nada sin una piedad interna. La idea es simple: “Lo que haces es tan importante como lo que dices”. Por eso Jesús, a través del Sermón del Monte, estableció una serie de parámetros (pruebas) por medio de los cuales podemos afirmar nuestra salvación. El primer parámetro es nuestra actitud (Mateo 5:3-12), el segundo nuestra influencia (Mateo 5:13-16), el tercero nuestra obediencia (Mateo 5:17-20) y el cuarto un corazón recto (Mateo 5:21-48). Jesús y Santiago, por medio de su carta, quieren mostrarnos que la fe salvadora siempre produce como resultado buenas obras (Mateo 5:16; Efesios 2:10). La importancia de comprobar nuestra fe no solo es un tema del Antiguo Testamento, sino es de suma importancia en el Nuevo Testamento; tanto que el apóstol Juan es claro en diferenciar, en su primera carta, los que son, de los que dicen ser (1 Juan 2:3-6). El llamado bíblico es a examinarnos y como creyentes vivir de acuerdo a lo que somos, que nuestras acciones vayan a tono con nuestras palabras. Eso comprueba que no solo decimos que le amamos, sino que nuestro corazón está rendido a Él. 5. El propósito de la carta – Es curioso notar que Santiago en ningún momento trata con la esencia de la salvación. No encontramos en esta carta nada sobre la crucifixión de Cristo o su resurrección, nada sobre su deidad, no habla de la justificación, ni de la regeneración. Esto es así, ya que todo esto está asumido. Santiago le escribió a creyentes que sabían todas estas cosas. Él les llamó hermanos en diferentes ocasiones, lo que debemos asumir es que él le escribió a gente que decían tener fe en Cristo. El mensaje de Santiago es simple: “puedes expresar conocimiento sobre muchas cosas concernientes a la salvación, pero tu carácter debe estar alineado a ese conocimiento”. Un carácter, alineado a nuestra fe, producirá un deseo de crecer continuamente en nuestra santificación (Hebreos 12:14). El propósito de Santiago es que los creyentes puedan examinar sus vidas y comprobar la buena voluntad de Dios. Cuando entendemos esto, no pensaremos, como algunos, que Pablo y Santiago están en conflicto. Pablo en su carta a los Romanos preguntó “¿cómo recibimos la salvación?” y contestó: “es por la fe solamente”. Para Santiago la pregunta es: “¿Cómo compruebo mi salvación?” La respuesta es: “por obras solamente”. La salvación es recibida por la fe, pero es comprobada por las obras. Porque el resultado de la salvación siempre es buenas obras que glorifican a nuestro Dios (Lucas 6:43-45).

La fe genuina en medio de las pruebas

Juan Cáceres

Tema: La fe genuina pide sabiduría en medio de las pruebas “Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla. 6 Cuando se la pidan, asegúrense de que su fe sea solamente en Dios, y no duden, porque una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro. 7 Esas personas no deberían esperar nada del Señor; 8 su lealtad está dividida entre Dios y el mundo, y son inestables en todo lo que hacen.” Santiago 1:5-8 NTV 1. La fe genuina es probada – La fe es probada de diversas maneras para producir constancia, madurez y estabilidad. La palabra griega usada en Santiago para pruebas y tentaciones es “peirasmos”, que significa “evaluar, probar, poner a prueba”. Cuando atravesamos triunfantes las pruebas de la vida nos volvemos más constantes, resistentes y perseverantes. Además nos convertimos en un testimonio dinámico para aquellos que nos ven, demostrando el poder y la presencia de Cristo en nuestro corazón. La actitud correcta es esencial para el resultado final de la prueba. Santiago exhorta a los creyentes a considerar las pruebas como instrumentos para producir madurez de carácter, por eso deben soportarlas con gozo y paciencia. El gozo es la confianza que tenemos de que Dios usará las pruebas para nuestro beneficio. A través de la carta de Santiago veremos las diferentes maneras en que la fe es probada. Nuestra respuesta a las pruebas revelará la condición de nuestro corazón. 2. La fe genuina apela a la sabiduría divina – La mayoría de las veces no entendemos porque pasamos por pruebas difíciles. Es por ello que necesitamos la sabiduría divina para llegar a ese entendimiento. Reconocer la falta de sabiduría es el punto de partida del creyente que desea depender de Dios. Job preguntó: “Mas ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Dónde está el lugar de la inteligencia?” (Job 28:12). Santiago contestó la pregunta: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). También el apóstol Pablo escribió en Colosenses 2:3 que es en Cristo “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” El camino a seguir cuando reconocemos que nos falta sabiduría es “pedirla” a Dios. Santiago enfatiza en el carácter de Dios: Dios da generosamente, con liberalidad y no nos reprocha por pedirle. Note las promesas maravillosas: Dios nos dará sabiduría; nos dará sabiduría en abundancia; a todos (sin favoritos, Dios es generoso con todos); no nos reprochará por no saber qué hacer. Nos recuerda Efesios 3:20 – “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”. La idea del pasaje es que Dios cumplirá Su promesa de dar al que pide (Mateo 7:7 NTV – “Sigue pidiendo y recibirás lo que pides; sigue buscando y encontrarás; sigue llamando, y la puerta se te abrirá”). 3. La fe genuina es necesaria en la oración para que la petición sea efectiva - Santiago escribió: “Pero pida con fe, no dudando nada”. Orar “con fe” es hacerlo con la confianza de que Dios va a responder. Es reconocer que Dios nos ama, somos sus hijos; Él es nuestro Padre y quiere suplir cada una de nuestras necesidades. Por ende, Dios escuchará nuestra petición y nos dará la sabiduría para vencer las pruebas y tentaciones de la vida. Santiago 1:6 continúa: “porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”. La expresión “el que duda” sugiere que la persona está en un estado continuo de duda o vacilación. Así como el oleaje es controlado por el viento, el que duda es controlado por su duda. Leemos en Marcos 11:22-24: “Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. 23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. 24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Fíjate como Santiago describe al que duda: “es como una ola de mar arrastrada por el viento de una parte a otra”, “no recibirá cosa alguna del Señor”, “es una persona de doble ánimo”. No solo es inconstante en lo que respecta a la oración, sino en todos sus caminos. La persona de doble ánimo lleva una vida de altas y bajas; no es confiable, pues su conducta es inestable. 4. La fe genuina, tanto en el pobre como en el rico, produce una actitud correcta frente a las pruebas - Santiago 1:9-11 PDT lee: “El hermano de condición humilde no se avergüence de ser pobre, porque Dios lo ha puesto en un lugar de honor. 10 El hermano rico no se avergüence cuando Dios lo humille, porque el rico desaparecerá como la flor de la hierba. 11 Cuando sale el sol, hace calor y se seca la hierba; la flor se cae y ahí termina su hermoso aspecto. Así pasa con los ricos, en un momento los vemos ocupados en sus negocios y, de pronto, mueren”. Tanto pobres como ricos son probados; así nosotros somos probados en la escasez y en la abundancia. Proverbios 30:8-9 dice: “Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; 9 No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios”. Los pobres no deben permitir que las circunstancias entorpezcan o destruyan su espíritu y gozo en la vida, se resientan con los que tienen más y traten de quitarles algo de lo que éstos tienen. Tampoco deben desarrollar un sentido de inferioridad e ineptitud que los lleva a una conducta retraída. Santiago contrasta la pobreza material del hermano con la riqueza espiritual que posee por el hecho de hallarse “en Cristo”. Por otro lado, el peligro de las riquezas es que tienden a dar al hombre un falso sentido de seguridad. Cree estar seguro de tener recursos para enfrentar cualquier cosa, cree poder comprarlo todo, cree que puede pagar para eludir cualquier situación desagradable para él. La Biblia no condena al rico como persona ni tampoco la riqueza. Lo que condena es la avaricia, el deseo desenfrenado hacia la posesión de más bienes materiales con fines meramente egoístas. Santiago ha estado hablando de la inconstancia, la falta de fe y el ser de doble ánimo. Es en este contexto que menciona al hermano pobre y al hermano rico. El creyente pobre puede tener su mente dividida, puede decir que confía en Dios y, al mismo tiempo, excusarse diciendo que es pobre y no puede servir como quisiera. Por otra parte, el rico puede estar cegado por sus riquezas hasta el punto de confiar en ellas más que en el mismo Dios. Es muy probable que Santiago recordara al rico que si antes el usaba sus riquezas materiales como criterio para medir las cosas, ya no debe hacerlo más. El nuevo criterio debe estar relacionado con la persona de Cristo y su obra expiatoria en la cruz. Cuando un pobre y un rico se paran junto a la cruz de Cristo, ambos alcanzan la misma estatura y el mismo valor. Santiago habla de lo transitorio que es la vida. Las riquezas que puedan acumularse tienen un uso limitado. Lo permanente es una relación correcta con Dios. Así lo afirma en su carta el apóstol Juan: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17).